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Pistolas y gore se unen en sangrientas esculturas de cerámica

Las esculturas de Johnson Tsang unen al artefacto con la violencia que genera.

Las armas ponen una distancia reconfortante entre la persona que dispara el gatillo y la violencia que genera. Puedes dispararle a un animal pero no tienes que recibir ni una gota de sangre; puedes matar a un ser vivo sin tener que ver de cerca su moribundo rostro antes de perecer. No es difícil imaginar que si todos tuviéramos que matar de cerca, la humanidad lo haría menos. En sus nuevas esculturas Karma III— Battlefield, Johnson Tsang une a las pistolas con el sufrimiento que causan.

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Mientras investigaba la guerra de Iraq para un proyecto anterior, Tsang se encontró una imagen que simplemente no se pudo quitar de la cabeza. "Una fotografía me gritó al oído; era un padre con lágrimas en sus ojos, cargando a una niña joven (su hija, supongo) con sus dos manos, pero una de sus piernas estaba malherida –era como la piel ensangrentada de Karma III- Battlefield (Campo de batalla). Yo, como padre también, me rompió el corazón y me hizo llorar", él cuenta a Creators. "La imagen de la escena sangrienta y el arma que la causó siguen retumabando (en la puerta de mi mente)."

No es fácil hacer húmedas, humanas y viscerales partes con barro duro. Tsang pasó tres meses haciendo a mano cada escultura. "La parte más difícil es colorear", él escribe. "Es difícil usar cerámica de color para imitar el color de armas y piel, porque envuelve diferentes tipos de colores desde diferentes rangos de temperatura. Necesité usar diferentes paletas de colores, esmaltes de baja y alta temperatura y lustre metálico." Y él no solo dejó el gore realista y paró ahí –dentro del salvaje desastre de sangre y tripas hay pequeñas caras, gritando de dolor. La obra es dolorosa, y no del todo fácil de ver, pero ese es el punto. No deberíamos ser capaces de ver un arma y olvidar de lo que son capaces.

Para conocer más sobre el trabajo de Johnson Tsang, haz click aquí.

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