5 titanes de la pintura obsesionados con los gatos

Los gatos son los protagonistas de internet; son de lo más común en Facebook, Twitter, Instragam y cualquier red social; son un gran número de videos y fotografías que desfilan por nuestras pantallas. Particularmente, los millenials disfrutan de los felinos gordos o ridículos y prefieren adoptar uno antes de tener hijos. ¿El motivo? En parte porque llenan de ternura –de la que hace que te den ansias de morderlos– los ojos anormalmente redondos y las colas esponjosas, y también porque parecen reflejar la personalidad cliché de nuestra generación: amargados, taciturnos, haters y solitarios.

Dicen que no hay nada nuevo bajo el sol, y el asunto gatuno no es la excepción. Particularmente en materia artística, la obsesión por los felinos ha estado latente a lo largo de la historia. Para refrescarte un poco de los memes, te presentamos a cinco titanes de la pintura que también estaban obsesionados con los gatos:

A diferencia de Manet o Van Gogh, el impresionista francés se inclinaba más al lado ornamental de la pintura y no a las asperezas de la vida moderna. En su obra, la figura felina encarna la maternidad y la sensualidad. Su pasión por los gatos fue compartida por su gran amiga, Suzanne Valadon, la cual fue modelo para otra de sus obras: Las bañistas.

La obra gatuna de Warhol demuestra que era un momma’s boy. Se cuenta que el artista estadounidense y su madre tenían un gran número de gatos llamados Sam –con la excepción de uno llamado Hester– que inspiraron un libro llamado 25 Cats Name Sam and One Blue Pussy. Esta obra contiene dieciséis litografías en las que retrata gatos de todos los estilos y con caligrafía hecha por su madre, Julia Warhola.

Porque Picasso no se reduce al cubismo, aquí presentamos una acuarela. La figura central parece ser la mujer y la satisfacción que refleja. Sin embargo, el gato funge un papel importante en la obra. Si nos fijamos el felino, podemos notar que se encuentra mirando fijamente a la mujer, acentuando que ella es el foco de atención. Otro detalle relevante es que la figura misma del gato no parece tener rasgos esencialmente felinos; hay una sonrisa casi lujuriosa que revela cierto antropomorfismo. El gato de Picasso parece más gárgola que gato, y le da un sabor un tanto prohibido y misterioso a la obra.

Paul Klee es uno de esos artistas a los que cuesta trabajo encasillar. Definir su trabajo con una sola etiqueta es una labor casi imposible; encontró inspiración en el Expresionismo, el Cubismo y el Surrealismo. Klee pretendió –y logró– utilizar la línea, la figura y el color por sí mismos, más que como mera representación del mundo. El artista deseaba “hacer las visiones secretas visibles” y este cuadro es un perfecto ejemplo de esto: los elementos reflejan más el interior de la mente del gato que una ilustración fidedigna. El pájaro se encuentra en la cabeza del felino, sugiriendo sus apetitos y fantasías.

A Leonardo le gustaban los animales. Prueba de esto es que solía ir a los mercados, comprar aves y luego liberarlas. La celebridad renacentista era algo así como un activista animal: tenía repleta su casa de perros y gatos. Los felinos lo encantaban particularmente por sus movimientos; la elegancia y sincronía de su andar le parecía digno de estudio. El sketch que se ve aquí no es el único que retrata gatos, los hay también acompañados de Madonas y de dragones. Dicen por ahí, que el amor de Da Vinci por los animales era tal, que dejó de comer carne en su vejez. ¿Millenial much?

Y era tal su amor por los gatos que le regaló al mundo una frase tan cursi como cierta: “Hasta el más pequeño de los felinos es una obra de arte”.

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