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Lo que aprendí de Edward Snowden en la conferencia de Hackers

Una charla, a través de la web, con un hombre que ha sido considerado el mesías de la información y la seguridad cebernética.

Foto: Autora

Era la 1 p.m. del sábado pasado y Edward Snowden estaba a punto de ser televisado.

Sí, Edward Snowden el nerd que trabajaba en la CIA y la NSA (La Agencia de Seguridad Nacional) gringas y que un día decició publicar en grandes cadenas noticiosas información clasificada como top secret,de algunos programas de vigilancia masivos bien malévolos que tenía el gobierno americano. Un tipo que por su "hazaña" corre por el mundo con el tag de delicuente para unos y con el imaginario de héroe cibernético para muchos otros. Ese personaje estaba a punto de aparecer en la pantalla de un congreso de Hacker, asi que imáginense que la gente del público estaba a punto de ver una suerte de mesías.

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Su audiencia era la multitud de la conferencia Hackers On Planet Earth, un grupo de personas al que nunca nadie podría confundir con los asistentes a una convención política. En medio de un mar de ropa de color negro se encontraban varias declaraciones no convencionales de moda: pañuelos de color púrpura, pantalones globo, kilts de tartán, prendas blancas y pelos de colores. El único hombre a la vista con traje y corbata se encontraba rondando cerca de un par de teléfonos públicos con aspecto sospechoso. Incluso los agentes federales presentes habían encontrado una manera de mezclarse entre la multitud.

La política estaba en el aire.

En el ascensor que subía al penthouse del Hotel Pennsylvania, una pequeña televisión transmitía las últimas noticias del avión de Malaysian Airlines derribado sobre Ucrania. Uno de los asistentes preguntó: "¿Qué te parece la noticia de que Edward Snowden está a punto de dictar una conferencia de hackers?".

La implicación era clara: esperar a que los conservadores que llaman a Snowden un traidor descubrieran que está hablando con un grupo de gente en el poder para hacerlo de nuevo, y sobre otros temas también.

El mismo Snowden fue más discreto. En un momento dado admitió que había sido sorprendido cuando Glenn Greenwald ( el columnista de The Guardian que en junio de 2013 publicó las revelaciones de Snowden sobre el programa de vigilancia masiva)lo llamó "un radical". Junto a declaraciones del denunciante del Pentágono Daniel Ellsberg, Snowden habló de la necesidad imperiosa de diseñar un mejor software de vigilancia de seguridad, y de hacer de los mensajes cifrados algo más ubicuo. Asimismo, habló de la necesidad de crear comunicaciones menos atribuibles, lo que le permitiría a la gente acceder a internet sin ser legible para la tecnología de vigilancia, haciendo de la denuncia de irregularidades y de los reportajes de investigación algo menos riesgoso.

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La conversación de Snowden con Daniel Ellsberg (la versión más anciana de Snowden y quien filtró a los medios papeles del Pentágono con relación a la Guerra de Vietnam).

Tomando ventaja de su público con conocimientos informáticos, el lenguaje de Snowden fue de un estilo mucho más técnico que en otras apariciones en medios más convencionales. Hizo referencias a Github y a StackExchange, e incluso se dirigió a los individuos en la audiencia que habían sido enviados por la NSA. Se encontraron metáforas de computador conectadas a lo largo de todo su discurso, las cuales se centraron en las formas en las que los hackers podrían ayudar con métodos específicos para desafiar el estado de vigilancia.

"Pero cuando lo miramos de manera integral… el gobierno ha desarrollado una cadena de explotación que proporciona la contraseña base de nuestra Constitución. Han huido de la caja de arena de nuestra democracia y están básicamente usando esto para cambiar nuestra Declaración de derechos, sin que nosotros lo veamos. ¿Qué dice la Carta de Derechos?' y todavía nos dicen que la Cuarta Enmienda sigue ahí. Pero, en realidad ya no está. Algo completamente diferente está sucediendo tras el telón, y no podemos permitirlo”.

Nota: Aquí un fragmento de la Cuarta Enmienda americana para que entiendan: "El derecho de los habitantes de que sus personas, domicilios, papeles y efectos se hallen a salvo de pesquisas y aprehensions arbitrarias, será inviolable".

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El público respondió solo de manera positiva. Cuando Snowden hizo una broma sobre los LOLcats o se refirió a la máquina fotocopiadora utilizada por los Documentos del Pentágono como "una aplicación no asesina", la multitud rugió de la risa.

A pesar de los orígenes y afiliaciones de Snowden, este no estaba entre su público como un igual. Venía como un profeta. El evangelio fue la libertad, el anonimato, la privacidad y la seguridad. Al concluir sus comentarios, fue evidente que trató de distanciarse de los problemas de su propia identidad, enfatizándose en cambio en los sistemas quebrantados que expuso.

"Si soy un buen tipo, si soy un mal tipo, si soy un héroe, si soy un traidor, nada de eso importa", afirmó. "Critíquenme. Ódienme. Pero piensen en lo importante de estos temas. ¿De acuerdo? Piensen en el mundo en el que quieren vivir, y hagan parte de la construcción de este".

Un reportero más tarde se refirió a esta intervención como ‘El momento Jesús de Snowden’. Y, de hecho, como si fuera una entidad de otro mundo, apenas la ventana de Google Hangout se cerró, Snowden se había ido. Estaba de nuevo en su vida monástica en Moscú, con sus fideos Ramen, sus gafas de sol, la convicción de que había hecho lo correcto, y su propósito continuo de ser el rostro de un movimiento global.

El resto del mundo seguía allí todavía, intercambiando apretones de manos entre charlas y discusiones.

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Y la gente estaba hambrienta. La charla, que se supone iba a durar de 1 a 3 P.m., duró en realidad hasta las 4 P.m.. Posteriormente, las personas se dispersaron entre las opciones miserables de comida en Penn Station. La primera reacción a la charla que escuché fue por ahí cerca, a media cuadra de distancia. Una mujer que llevaba una escarapela de la conferencia le decía a su compañero que no se sintiera mal por lo que estaban comprando en esa barra de ensalada porque,"como dice Edward Snowden: sin arrepentimientos”.

De vuelta en la conferencia, cuando le pregunté a dos jóvenes voluntarios de seguridad que andaban cerca al ascensor qué pensaban, me dijeron que no lo habían visto en realidad. "Lo van a subir a YouTube", dijo uno. "Me duelen los pies", dijo otro.

En el ascensor, una mujer australiana comentó que, "Snowden es increíblemente pulido por estos días", y se refirió a él como alguien que hablaba en "frases cortas", pero al final, la mujer afirmó que su discurso había sido "inspirador". Otros en el ascensor asintieron con la cabeza.

No había ningún argumento allí. Entre las conferencias de hackers, HOPE (Hackers On Planet Earth), ahora de 20 años, es conocido por su inclinación política, y Edward Snowden es quizás el ícono político más famoso en la historia de la piratería. Estas personas eran Snowdeliebers, lo amaban. La conferencia reportó un aumento gigantesco en el tráfico de internet durante la charla de Snowden, con cerca de 10.000 espectadores en todo el mundo.

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Curiosamente, la gente no hablaba de Snowden tanto como uno creería. Gran parte de esto, por supuesto, era porque todo el mundo ya sabía lo que iba a decir.

Yo sabía que el tema de la vigilancia era muy grande entre la comunidad hacker. Justo un día antes había sido testigo de una discusión a gritos sobre el tema del control de las empresas privadas sobre nuestra información. Pero por un momento, a raíz de la charla de Snowden, parecía que no había mucho más que decir.

"Yo no soy un fan de Edward Snowden", afirmó en un panel esa misma noche Steve Rambam, un investigador privado que trabaja en la búsqueda de personas desaparecidas y fugitivas. "Pero si usted está preocupado por el gobierno federal … déjeme decirle que expandieron su invasión de privacidad a las empresas privadas".

Mostró diapositiva por diapositiva las invasiones de privacidad practicadas por empresas privadas como Google ("Google hace lo que quiera. Es una empresa avara, codiciosa, capitalista, de la clase que no ha existido desde el comienzo de la vía férrea"). Y Facebook ("Ud no le gusta a Facebook. Facebook no se preocupa por ustedes. De hecho Facebook siente desprecio por usted").

"Si le molestan los metadatos de la NSA", dijo Rambam, "deben estar locos por Google, Facebook y Twitter". Siguió haciendo hincapié en que la mayoría de los datos sobre cada uno de nosotros en el mundo está ahí porque lo hemos permitido.

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En su conferencia, titulada "Ya has perdido la privacidad, ahora se están tomando el Anonimato”, habló en números y geografías específicas. Afirmó que cada vez que pasara cerca del Bryant Park, iba a ser fotografiada 150 veces, y que solo el cinco por ciento de mi cara era necesaria para que funcionara el software de reconocimiento facial. Este tipo de software es capaz de encontrar inmediatamente un perfil que incluya toda la información disponible acerca de mí, dada a conocer en redes sociales de forma voluntaria o involuntaria.

En tan solo un momento, cualquier persona con acceso a la tecnología adecuada podría saber mi nombre, dónde había estado, con quién me junto, mi edad, mi afiliación política, mis gustos en películas, música, televisión y deportes, mi orientación sexual, mis hábitos de compra, mi situación económica, y hacia dónde me dirijo.

Tuve la esperanza de que mis tres días en la conferencia me fueran a llevar más cerca de averiguar cómo analizar el gobierno corporativo y la vigilancia, pero me sentía más confundida que antes. ¿Era solo un cuestionamiento a ver cómo me sentía respecto a las personas que podían ver esta información? ¿La gente iba a decidir si se sentía cómoda con la vigilancia del gobierno de la misma manera en que decidimos cómo nos sentíamos respecto al control de armas o el aborto? Eso me parecía muy poco científico y satisfactorio, y yo estaba decidida a llegar al fondo del debate.

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El domingo, día final de la conferencia, dejé accidentalmente mi maleta en una silla en el lobby, y cuando regresé por ella, tres minutos después, ya no estaba. Al guardia de seguridad no le hizo gracia este hecho: “¿Para qué la dejaste descuidada?”.

Duré 10 minutos pensando en lo malo que sería si mi billetera y mi celular dieran con la persona equivocada en esta conferencia. Cuando estaba a punto de enloquecer una artista alemana me tocó el hombro y me pasó mi maleta, la cual había recogido apenas me vio irme sin ella.

“Este no es un buen lugar para perder algo”, me dijo. “La NSA puede estar por aquí”.

 “Sí”, afirmé, retrocediendo inmediatamente al debate que quería solucionar inmediatamente. “O los hackers”. Ya había enrollado en aluminio mi tarjeta de crédito después de que un colega me dijo que la cuenta de alguien fue vaciada el viernes por alguien que accedió a un punto público de WiFi. No me preocupaba mucho el gobierno, pensaba que a pesar de que el gobierno de Obama fuera agresivo con los periodistas, la NSA tenía más peces gordos que pescar.

Pero después del almuerzo, ya no estaba tan segura. Sentándome en una gran mesa con un montón de panelistas que discutían todos los problemas que habían tenido con su privacidad, mi paranoia comenzó a crecer. ¿Qué tal si por venir a esta conferencia terminaba metida en una lista?

 “Te pueden joder si realmente quieren”, alguien dijo.

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El hombre al lado mío resultó ser un reportero que luchaba en contra de la corrupción e intentaba defender todas estas historias “hasta que me desaparezca o me atropelle un bus”.

En su libro sobre Snowden, Sin Lugar para Esconderse, Glenn Greenwald escribió “La verdadera medida de la libertad de una sociedad se mide en cómo trata a sus disidentes y sus grupos marginales, no en cómo trata a su aristocracia”.

Todo sonaba muy bien y muy teórico hasta que me di cuenta lo mucho que tenía que ver conmigo. Empecé a sentirme cansada. ¿Pero cómo puedo ser una disidente? “¡Yo soy Patriota!” He sido ayudante voluntaria en cada campaña presidencial desde que cumplí mis 18 años. Amo el baloncesto y las sandías y el 4 de julio. ¡La Constitución me emociona! Seguramente el gobierno, si nos está espiando de la manera que es, pudo darse cuenta de que solo estuve en la conferencia como una ciudadana interesada.

¿Cierto?

Foto: Autora

Recuperando mi aplomo, volví al hotel. En el ascensor en el camino, me puse a conversar con una mujer que, cuando le pregunté acerca de la conferencia, se limitó a decir que era "emocionante". Cuando le pregunté acerca de Snowden, me dijo que no estaba muy interesada en política. Cuando la presioné, a regañadientes me explicó la situación de su posición, en la cual se sentía cómoda describiendo a Snowden en términos generales, como "un investigador de la red inalámbrica".

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"El Gobierno tiene que tener la capacidad de hacer lo que están haciendo porque la información es un campo de batalla muy importante", dijo. El peligro es que, "no hay límites fijos sobre quién tiene acceso a la información, una vez reunida".

La razón por la que está frustrada con Snowden, o al menos con su impacto en la sociedad, dijo, es porque cuando se politiza el tema de la seguridad cibernética "no se vuelve útil para nadie, ya que asusta a la gente, que no entiende por qué es relevante".

"No creo que la gente de la NSA sea maliciosa", dijo. "Pero no hay suficientes personas que se den cuenta de lo que está en juego”.

Citó ejemplos recientes de la información recopilada por el gobierno para fines de seguridad nacional, siendo utilizado por las fuerzas del orden. "Los policías no tienen que saber tal nivel de información".

"Una vez la información haya sido recopilada, dijo, "puede ser utilizada en contra de nuestros ciudadanos por policías sin escrúpulos, o, si nos atacan, puede ser utilizado por nuestros enemigos".

"La intención no importa," sentenció. Se trata de la pura posibilidad de abuso, gracias a los sistemas existentes.

Estaba hablando con un científico, cuando, de repente, todo tuvo sentido: encontré las agujas que había estado persiguiendo a través del pajar de la conferencia y que me habían estado faltando todo este tiempo. Yo estaba tratando de averiguar a quién debía confiarle mi información. Pero esa era la pregunta equivocada.

La política de este debate puede ser una cuestión de confianza, pero la ciencia no es una cuestión de confianza. Algunas personas confían en el gobierno de los EE.UU.. Algunas personas confían en las empresas de tecnología. Algunas personas confían en el Ejército Cibernético Iraní. Algunos no confían en nadie. La confianza es irrelevante. Lo que este investigador me estaba diciendo era que la información estaba siendo capturada y almacenada de manera no regulada, y así estaba siendo capturada y guardada, con poca supervisión y transparencia; incluso si esa información estaba en manos de personas en las que confiaba completamente, todavía era hackeable por gente en la que no confiaba en absoluto.

En la ceremonia de clausura del evento, no hubo sumatoria de la charla de Edward Snowden. En vez de eso, las personas que habían diseñado la robusta red de computadores en la conferencia, se levantaron para explicar la forma en la que lo habían hecho.

Incluso en el pico de la transmisión, un ingeniero afirmó que la conferencia estaba usando solo 1,5 gigabytes de los 10 gigabytes disponibles. Casi parecía decepcionado. La red tenía capacidad masiva, pero los asistentes nunca la utilizaron al máximo. Y, observó con incredulidad, a pesar de que se trataba de una conferencia acerca de la seguridad, que solo alrededor del treinta por ciento de los asistentes a la conferencia optó por la conexión segura, protegida por contraseña.

Me pareció que la descripción de la construcción de la red era, tal vez, una forma adecuada de clausura, después de todo era un truco que no tenía nada que ver con política. La elevación de los mares no saben quién los inunda, los virus no saben quién los contrae, y a las redes no les importa qué las edifica, las enfría, o las hackea.