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Operación Triunfo

El ataque de ansiedad de Alfred es el reflejo de toda una generación

Ayer Alfred tuvo que abandonar el plató de Operación Triunfo hasta tres veces porque padece ataques de ansiedad.
Imagen vía TVE

Somos la especie que ha llegado a la Luna. La que ha inventado la rueda, el fuego y los memes. La que ha alumbrado la agricultura, la penicilina y la imprenta. Pero también somos la especie que, un lunes por la noche, se va a la cama preocupada porque Alfred tuvo que abandonar el plató de OT anoche hasta en tres ocasiones. Porque nuestras vidas, como la del concursante de Operación Triunfo, están hecha de pequeñas cosas. De vivencias y estímulos cotidianos que, en la mayoría de ocasiones, poco o nada tienen que ver con la trascendentalidad.

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¿Qué le habrá pasado a Alfred? Eso nos preguntábamos muchos mientras se nos cerraban los ojos anoche a la 1:30 porque no pudimos evitar tragarnos toda la gala, como cada lunes desde hace ya unos cuantos.

El caso es que Alfred acaba de confirmar en el repaso de la gala de hoy lo que las redes sospechaban: que sufre ansiedad. Pero no está solo. Le acompañan todos los que engrosan una cifra bastante jodida: el 30 por ciento de las bajas laborales en nuestro país son causadas por el estrés y la ansiedad; le acompañan también los miles de jóvenes que llevan a los psicoterapeutas a estudiar por qué cada vez sufrimos más ansiedad o si la obsesión por el éxito nos hace enfermar. Alfred somos toda una generación, un estilo de vida.

Miles de jóvenes llevan a los psicoterapeutas a estudiar por qué cada vez sufrimos más ansiedad o si la obsesión por el éxito nos hace enfermar. Alfred somos toda una generación, un estilo de vida

Pero Ignacio Calvo, psicoterapeuta, afirma que no es una cuestión exclusivamente juvenil, sino de "una sociedad que vive al límite, con demasiadas ganas de hacer demasiadas cosas al mismo tiempo y con poca consciencia de cómo eso repercute en nuestro cuerpo".

"Sí que ocurre", añade, "que las personas que acaban de salir de la adolescencia y entrar en la edad adulta se enfrentan a unas circunstancias vitales para las que en muchas ocasiones no están preparadas, tanto porque en ocasiones están sobreprotegidas como porque vivimos en una sociedad en la cual, evidentemente, no se prepara a la gente para la autonomía ni para enfrentarse a la madurez".

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"Las personas que acaban de salir de la adolescencia y entrar en la edad adulta se enfrentan a circunstancias para las que en ocasiones no están preparados"- Ignacio Calvo

Y eso es lo que nos pasa. Somos los que echan doce y trece horas por sueldos míseros, olvidando todo lo que lucharon sindicatos y obreros por las jornadas de ocho horas, y llegan a casa sintiéndose vacíos, y los que responden que son "demasiado exigentes" y no están mintiendo cuando les piden que digan su mayor defecto en una entrevista de trabajo.

Los que aprendimos que teníamos que ser los mejores si queríamos prosperar porque nos había tocado nacer y crecer en una crisis e interiorizamos que ser los mejores significaba única y exclusivamente alcanzar el éxito laboral. Los que le tenemos miedo al fracaso porque siempre nos regalaron los oídos con que éramos unos genios.


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A estas alturas del texto, los necios estarán ya arqueando la ceja, que es lo que hace uno cuando se le ilumina el cartel de "problema de persona blanca de clase media del primer mundo" en la cabeza. Los necios, los que suelen arquear la ceja al escuchar términos como estrés, ansiedad o depresión y se muestran escépticos a la existencia de estos trastornos, estarán pensando que hay muchísimas cosas más importantes en las que pensar antes de dormir que en Alfred, y claro que las hay.

Como Alfred, muchos de nosotros somos conscientes de que hemos elegido estar sometidos constantemente al escrutinio del público, ya sea mediante un voto telefónico o mediante likes

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Pensarán que los jóvenes de hoy en día, con el pobre Alfred a la cabeza, no sabemos lo que es trabajar porque no nos ha tocado recoger remolacha ni vendimiar, y que en el tercer mundo no existe la ansiedad ni el estrés. Que realmente no conocemos la preocupación porque nunca hemos pasado hambre y siempre hemos tenido techo. Pero nos han educado para ello.

Para la desazón y la inquietud. Para la ansiedad y la inercia a trabajar y esforzarnos sin descanso y, en ocasiones, sin sentido. Y, sobre todo, sin preguntarnos si ese trabajo, si ese esfuerzo, merece la pena. Te bastará googlear "jóvenes y ansiedad" para saber por qué la sufrimos más que nunca en cientos de artículos, como este, de la psicoterapeuta y escritora Amy Morin. Hasta TIME nos dedicó una portada.


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Como Alfred, muchos de nosotros nos sabemos también expuestos al mundo por propia elección —ante las decenas de cámaras de la Academia de Operación Triunfo o ante la de nuestro teléfono, Instagram mediante—, pero no podemos evitar que eso nos afecte y nos sature. Como Alfred, muchos de nosotros somos conscientes de que hemos elegido estar sometidos constantemente al escrutinio del público, ya sea mediante un voto telefónico o mediante likes, así que no podemos desfallecer en la empresa de esforzarnos, de dar lo mejor de nosotros mismos, seamos lo que seamos nosotros mismos, que eso nos lo preguntamos menos veces de las que debiéramos.

Y sí, todos los enumerados anteriormente son problemas de persona blanca de clase media del primer mundo, y la ansiedad es una pandemia entre las personas blancas de clase media del primer mundo.

Pero, al fin y al cabo, es lo que somos, y ahí reside el éxito de Operación Triunfo: en que además de deleitarnos los oídos —gracias, Amaia—, ha hecho las veces de espejo en el que varias generaciones de jóvenes tratados durante años como tetes y ninis nos hemos visto reflejados. Ahora la tele muestra cómo somos realmente, cuáles son nuestros auténticos problemas y nuestras verdaderas preocupaciones. Y por eso Alfred y su ataque de ansiedad somos todos.