La industria de la marihuana para usos medicinales en Colombia es una suerte de Espíritu Santo: está ahí, en marcha, creciendo entre nosotros así no la sintamos, así muchos se esmeren en negarla y otros la glorifiquen sin haberla visto. Después de las reglamentaciones a partir de las cuales se controlará la producción de cannabis medicinal y de que la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de las Naciones Unidas le aprobara al país un cupo de producción de 40.5 toneladas, hasta ahora está empezando con fuerza la carrera por quiénes capitalizarán ese multimillonario negocio y quiénes recibirán sus beneficios.
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A la fecha, los Ministerios de Salud y de Justicia han otorgado en conjunto cuarenta y uno licencias de producción a pequeños y medianos cultivadores, según contó a RCN esta semana el viceministro de Política Criminal, Carlos Medina. Por su novedad y los evidentes estigmas que aún circulan en torno a los usos terapéuticos de la marihuana, el camino hacia el florecimiento del negocio del cannabis lícito made in Colombia es largo y, en muchos puntos, habrá que recorrerlo a ciegas.Lo primero que viene son las grandes preguntas que surgen de un territorio desconocido: ¿cómo se monta un centro médico de atención desde el cannabis? ¿Qué enfermedades se podrían tratar con marihuana y sus derivados? ¿Cuáles son los mejores modos de administración para ciertas enfermedades? ¿Cómo es el circuito ideal para que la industria sea exitosa y no haya filtraciones, por ejemplo, hacia bandas criminales y grandes narcos? Afortunadamente para nosotros, en el mundo ha habido ejemplos exitosos de una sana implementación del cannabis para investigación y usos médicos.El pasado 18 de febrero, aterrizaron en Bogotá —para el Primer Simposio Médico de Cannabis Medicinal en Colombia— dos de los pesos pesados que han liderado esa revolución: los doctores Michael Dor y Danial Schecter.Dor es un investigador y médico israelí que se desempeña como Asesor Médico Principal de la Unidad de Cannabis del Ministerio de Salud de Israel, país pionero en investigación y reglamentación de la marihuana medicinal (y, además, el lugar donde en 1964 se sintetizó por primera vez el THC, el componente psicoactivo de la marihuana); Schecter, por su parte, es conocido como el “Dr. Feelgood”, por ser el líder y co-fundador de la Clínica Médica de Cannabis en Canadá, una institución que lleva más de tres años liderando el negocio de la atención con cannabis medicinal en ese país, con más de 20 puntos de atención que han tratado a más de 25.000 pacientes.
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Hablamos con los dos. Acá sus respuestas.
Dr. Michael Dor
Algunas lecciones del sistema médico cannábico en Israel:
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Determinar bien los modos de administración de la sustancia (inhalada, en aceite o por ingestión): Cada condición médica tiene una forma ideal de ser tratada. El 80% de nuestros pacientes tienen su tratamiento a través de los pulmones: puede ser fumado o inhalado a través de instrumentos como vaporizadores. El otro 20% es con aceites que se administran bajo la lengua. Y un pequeñísimo porcentaje con galletas, pero eso no nos gusta tanto. A través de los pulmones se absorbe muy rápido, en minutos —si alguien tiene dolor, sentirá los efectos casi inmediatamente—, mientras que con el aceite bajo la lengua, son cuarenta minutos, pero el efecto es mayor, de alrededor de seis horas.
El modelo israelí: cómo construir una industria médica sostenible dedicada al cannabis medicinal, según el Dr. Dor
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- Crear un centro genético. Como la sustancia es muy complicada, cambia y tiene unos cuidados muy específicos, debes encontrar los procesos adecuados, legales, para mantener los cultivos. Debe haber bancos y control genético.
- Crear una serie de reglas y normativas para los cultivadores. Los que cultivan deben saber cómo cultivar, qué hacer para prevenir contaminación, cómo controlar que no se venda ilegalmente, que no se lo roben para otras cosas, qué hacer si hay problemas biológicos, para que no se contamine. Allá lo llamamos GAP (Good Agricultural Processes).
- Desarrollar buenas prácticas de recolección: Toca saber quiénes están autorizados para tomar el fruto de las “flores” de la marihuana, y quiénes deciden cómo se van a procesar: por ejemplo, si vas a hacer con ellos cigarrillos o aceites. Aquí entra toda la vigilancia antibacterial, química; entre ellos, la cantidad de componentes (THC, que es para procesos psicológicos y CBD, que es para el dolor físico) y la cantidad adecuada para cada condición. Digamos, en los niños epilépticos una sustancia ideal contiene 20% CBD y menos de 1% THC. Hoy ya tenemos en Israel unas definiciones estandarizadas para cada enfermedad, lo llamamos GMD (Good Medical Process).
- Establecer reglas de distribución y educación. La llamamos en Israel GDP (Good Distribution Process). Son las normas de cómo elaborar los cigarrillos, cómo distribuirlos a los pacientes. Eso está atado a la educación a los pacientes: que se haga buen uso. Por ejemplo, si les das el aceite, debes enseñarles a los pacientes cómo hidratarse, si inhalas, no debes llevarlos a los pulmones directo, sino succionar suave, esas cosas técnicas. Algunos de nuestros mejores instructores son exadictos; también enfermeras altamente calificadas especializadas en control de dolor.
- Dictar procesos de seguridad. Allá lo llamamos GSP (Good Security Procedures). No podemos ignorar que, por lo rentable de la sustancia en el mercado negro, el material muchas veces se filtra. Sabemos que en Israel 20% de nuestro material se está filtrando al mercado negro. Hay que establecer una vigilancia y unas normas de seguridad. Allá las escribimos en conjunto con la Policía para que el mercado fluya bien.
- Parámetros de administración de la sustancia: Aquí sabemos qué cantidad, qué intensidad, qué modo de administración es mejor para qué enfermedad.
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Posibilidades a futuro para tratar enfermedades con marihuana:
Dr. Danial Schecter
Algunas lecciones del sistema médico cannábico en Canadá:
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Tumbar el mito de los pacientes falsos que van por droga: En Canadá no ha pasado y me parece tonto que los conservadores crean que la gente va a ir al sistema médico para conseguir droga para trabarse. Es bastante más complicado hacer todo el proceso para inventar síntomas, ir a donde un doctor y que te den una dosis pequeña que ni siquiera te va a dejar turro. Es mil veces más fácil conseguir marihuana para drogarse en la calle, así que acá no deberían preocuparse por eso.
Conseguir una base de pacientes y médicos fieles: Lo más difícil cuando abres un consultorio de tratamiento con cannabis, lo más duro, es conseguir una base de pacientes referidos que te permita operar y que necesite tus servicios. Como toda clínica: debes hacer que los médicos refieran pacientes a tus centros de tratamiento. Cuando abrimos, nos referían a casi ninguno, luego el número se elevó a 500 por los resultados positivos y hoy el número ha ascendido a más de 40.000 en toda Canadá.Cambiar la percepción sobre la marihuana: El Gobierno de Estados Unidos hizo un excelente trabajo estigmatizando y poniendo la lista negra la marihuana. Debemos educar para re-etiquetar el cannabis y recordarle a la gente que era un medicamento usado hace más de 10.000 años, que era parte de la caja de herramientas de todos los médicos del mundo occidental. Cuando se volvió ilegal en 1937 en Estados Unidos, la misma Asociación Médica de allá se opuso, sabiendo que tenía todos los beneficios que ahora hemos redescubierto. Algunos de mis colegas decían que incursionar en esto del cannabis medicinal era suicidio profesional. Ahora, muchos de ellos trabajan para mí.La condición del 70% de los pacientes es el dolor crónico. La gente que tiene ese dolor crónico también tiene problemas de sueño, por el dolor, la fatiga, usan más medicamentos, a veces náuseas. Pero una vez prueban el cannabis se van todos los síntomas. Esta industria podría llevar a usar menos opioides, menos antidepresivos. Hay cosas interesantes también, por ejemplo, cómo podría tratar enfermedades neuroinflamatorias como el Alzhéimer o cambiar el curso del ALS (esclerosis lateral amiotrófica) o ayudar como un agente quimioterapéutico para el cáncer.