Luego, como ya sabéis, a la que una sala de conciertos emite un poco de ruido las instituciones se ponen de parte de los vecinos para cerrar lo que haga falta. No es lo mismo que el ruido esté originado por una banda de Umeå que ha tenido la santa decencia de bajar al norte de África para tocar delante de 30 personas a que lo genere el Barça por ganar lo que sea. Estamos hablando de que existe cierto racismo sónico dentro de las instituciones y —lo que es peor— dentro de la moral de la ciudadanía. Los vecinos pueden quejarse —y conseguir que sus denuncias tengan consecuencias— por cierto tipo de ruido pero se convierten en seres tolerantes al estruendo cuando por mayoría, aceptación y aclamación popular la fuente del fragor es "respetable", es decir, que entra dentro de los límites comprensibles de una mayoría. Por lo tanto, que este origen no es precisamente fascinante, imaginativo ni peligroso, que precisamente son las cualidades de todo lo celebrable. Bienvenidos a la exaltación de lo mediocre. Si hemos llegado a un punto en el que existe el ruido aceptado y el ruido prohibido es que el hombre tiene unos cuantos problemas más a parte de estar cargándose el planeta Tierra y a todos los seres que habitan en ella.Es triste que se acepten ciertas actitudes (beber, hacer ruido, actuar como un mono…) según las circunstancias, fuera de ciertos contextos estas mismas actitudes pueden llegar a ser penadas. Que Manel, un ciudadano barcelonés, se beba dos botellas de vino por Navidad está divertido, que lo haga un miércoles cualquiera quiere decir que este tipo TIENE UN JODIDO PROBLEMA. Esta lucha entre acción y contexto genera unos prejuicios que resultan imposibles de extirpar, todos estamos bañados con esta mierda pero es saludable plantearse los límites de lo que viene siendo nuestra moral.Sin duda lo que más toca las pelotas en este mundo son las celebraciones multitudinarias de eventos deportivos.