Una juventud en depresión
Ante la incertidumbre, migrar
Según cifras de ACNUR a principios de julio de 2019, el número de venezolanos migrantes, refugiados y solicitantes de asilo reportados por los gobiernos anfitriones era de 4.054.870. Lo cual implica que una banda se puede desintegrar en cualquier momento. “Tiene que ser alguien que esté lo suficientemente cómodo para quedarse o que simplemente no tenga las posibilidades de irse”, dice tajante Irene Rondón, integrante de Cala Mazu quién hace un par de meses sufrió las consecuencias de la migración cuando su bajista se fue del país.Puntualmente en cuanto a la música, Melanio Escobar, activista y co-fundador del sello Humano Derecho Records cuenta que las disqueras grandes se fueron por el tema del control del dólar, porque no podían operar. “Eso hizo que las mismas bandas decidieran irse del país, porque no hay industria, no hay espacios, la economía no les permite invertir en su música y el retorno es inexistente”. Por esta y otras razones que se suman a la crisis, buena parte de los artistas que surgieron en la primera década del nuevo milenio y que se han hecho un nombre desde entonces, han venido abandonando el país desde 2013. Rawayana, Okills, Viniloversus, La Vida Bohème, Apache, Akapellah, Los Mesoneros, Algodón Egipcio, Ulises Hadjis, son solo algunos ejemplos de bandas y artistas que hicieron de Colombia, México y Estados Unidos, principalmente, su nuevo hogar. “Hoy en día el arte venezolano en general se desarrolla fuera de Venezuela. Nosotros hacemos un concierto en el país y 17 en Estados Unidos. Nuestra audiencia es la diáspora, nosotros damos un concierto para venezolanos en Berlín, Londres, Bogotá o en Nueva York”, me dice en una cafetería de Bogotá Horacio Blanco, vocalista de la legendaria banda de ska Desorden Público.
Aún así, en 2017, 40 músicos de la Simón Bolívar escogieron el exilio ante la crisis que empezó a vivir el país y que se ha venido intensificando. Según Chacón la joya creada hace más de cuatro décadas por el maestro Jose Antonio Abreu que logró sacar la música clásica de las élites y ponerla de manera gratuita a disposición de jóvenes de todo el territorio nacional, continúa tras la muerte del maestro Abreu, pero ya no es lo mismo sin él al frente. Y aunque desconoce el estado actual del Sistema Nacional de Orquestas asegura que sigue teniendo programación semanal y participando en festivales.“Estamos viviendo una generación que se quedó sin sus bandas favoritas, porque se fueron del país, mucha gente que hacía parte de la industria también se ha ido en estampida”
Hacer música: la opción inviable
no hay pan,
no hay comida,
no hay paz.
Dime qué gracia tiene vivir así.No hay luz esta noche,
hay inseguridad.
Ahora te jodes, ahora te jodes
Cómo es posible vivir así, si nada funciona
Todo está mal, todo está mal”.Toda situación por sencilla que parezca es al mismo tiempo una adversidad. “Todos los días se te puede ir el agua. Caracas es la única ciudad hoy en día en Venezuela que le dura la electricidad más de cuatro días. La gasolina es gratuita, pero no hay gasolina en casi todo el país. No existe el acceso a efectivo”, me dice por teléfono ‘Beto’ Montenegro, vocalista de Rawayana quien cuenta que incluso en alguna ocasión llegaron a perder un vuelo para presentarse con su banda en el Festival Vive Latino de México, porque ese día no había luz en el aeropuerto.Hasta ensayar se puede convertir en un martirio, bien sea porque no tienes instrumentos y comprarlos no es una opción o porque los que alquilas en la sala de ensayo están en mal estado y quienes los arreglan o están fuera del país o cobran muy caro, o porque simplemente ese día hubo un apagón, algo que se suma a las muchas razones para escapar del país si eres músico y quieres eventualmente vivir de eso. Juan Olmedillo, vocalista de la banda de rockabilly Los Mentas, cuenta que incluso haciendo rentable su banda en el territorio nacional y reuniendo un buen público en los circuitos donde tocaban, empezaron a tener problemas técnicos “podías llegar a un concierto y no había luz. Eso sumado a que la gente empezó a priorizar ir a un concierto de su banda favorita o comer”, lo que los llevó a buscar nuevos rumbos.
Asistir a un concierto en los pocos lugares que aún existen puede rondar entre 5 y 20 dólares, —y recordemos que el salario mínimo son 3,55 y antes estaba entre 6 y 7— según el trato el lugar se puede quedar con una parte de la entrada y todo lo que se venda en la barra, o quedarse solo con la barra y dejarle el total de la boleta a la banda o compartir el valor de la entrada y parte de la barra con la banda. Un gana-gana en teoría pero que aplicado puede ser más complejo. ‘Mara’ Rodriguez de Anakena me cuenta que en alguna ocasión hicieron un evento en un centro cultural al que le caben 500 personas. Vendieron el ticket entre 3 y 4 dólares, ese día en total recaudaron 800, pero según él no les pagaron ahí mismo, sino un mes largo después “y eso terminó convirtiéndose en 300 dólares por la inflación. Te puedes dar una idea de lo frustrante que puede ser que ese tipo de cosas pasen”. Y eso cuando es un evento pago, porque según ‘Mara’ la mayoría son en beneficio de algo, "el 95% de los shows terminan siendo regalados porque al final uno necesita posicionarse y si no te expones, si no tocas, si no giras, terminas muriendo" asegura Rodriguez.“el Gobierno como política lo que ha hecho es liberar el tema de los festivales privados, porque lo que había mayormente eran festivales de empresas de cigarrillos, de licores, etcétera. El Estado empezó a liberar los teatros, por un tema de inclusión, lo que llaman populismo, que ciertamente tiene de populismo, pero también de incluyente”.
Cantar es resistir
Alzar la voz siempre ha sido un riesgo en medio de cualquier dictadura, Juan Olmedillo me cuenta desde México que ahora mismo tiene un proyecto con muchas canciones que compuso estando en Caracas “y sí, hacen una crítica a lo que pasa en el Gobierno, pero generalizo para no correr el riesgo de que se metan conmigo”. También me dice que con La Pequeña Revancha, otro de los proyectos de los que hace parte, tienen un tema llamado “El aliento del cobarde” que básicamente habla de las bombas lacrimógenas que usa el Estado para arremeter contra la población en las protestas “utilizamos la metáfora un poco porque aunque yo esté en México hablando pestes de Maduro y quizás mi voz tome fuerza, me pasa lo de cualquier activista, corres riesgo tú y corre riesgo tu familia, por eso uno también se autocensura un poco”.Recientemente un movimiento artístico liderado por Residente, Bad Bunny, iLe Cabra, Ricky Martin y cientos de artistas que con su voz motivaron al pueblo de Puerto Rico a tomarse las calles durante 11 días para exigir la renuncia del hoy exgobernador Ricardo Rosselló. Cuando le pregunto a Beto Montenegro, vocalista de Rawayana qué pasaría si se hiciera esto mismo en su país, me responde con un “si yo posteara en mis redes las cosas que ellos postean, si yo saliera y recomendara las cosas que ellos están recomendando y si yo hablara en público tomando el liderazgo político como lo están tomando allá, probablemente alguien de mi familia se vería afectado, me quitarían mi pasaporte para que no pudiera viajar y trabajar, cuidado si nos meten presos. Ellos están posteando cosas que en Venezuela tu no podrías postear”, porque ese es el tamaño de la represión y el miedo con el que tienen que vivir si quieren usar su voz para algo más.Solo para agosto del 2009, el Gobierno de Hugo Chávez había expropiado 34 emisoras de radio que supuestamente habrían perdido sus concesiones aunque también se destacaban por criticar su política. En 2017, el Gobierno de Nicolás Maduro expropió 46 emisoras