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Comida

¿Por qué una pizza y unos tacos lograron evitar dos suicidios?

La psicología detrás de los poderes persuasivos de estos alimentos.

Cuando era niño e iba a visitar a mi abuela siempre había mousse de fresa recién hecho para mi hermano y para mí. Todo lo relacionado con ese postre ––desde el color de la crema rosada, hasta su textura y sabor–– me recuerda a esa etapa de mi vida. Mi abuela murió ya hace varios años, pero cuando lo como me vienen rostros, olores y emociones familiares. Más que nada, el mousse me hace sentir bien.

Nuestras relaciones individuales con ciertas comidas pueden ser increíblemente complejas. Comer casi nunca es un acto tan simple como creemos: comprende las necesidades biológicas más básicas, sí, pero también abarca interacciones cerebrales, sociales y hasta existenciales. Y con todo, ¿pueden nuestros vínculos emocionales o sociales con la comida ser lo suficientemente fuertes como para salvar vidas?

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Ese pareció ser el caso cuando, a comienzos de este mes, dos policías de Ciudad de México aparentemente lograron detener un intento de suicidio con unos tacos. La historia se hizo viral.

El incidente fue similar a otro evento que ocurrió hace más o menos un año, en el que la Policía de San José utilizó un robot repartidor de pizza para convencer a un hombre de no matarse. La extraña similitud entre los dos eventos ––un sujeto suicida es convencido de no terminar su vida gracias a la promesa de comida–– resalta la importancia psicológica de los alimentos, particularmente en situaciones de emergencia.

Contactamos a Dave Klonsky, profesor de psicología de la Universidad de Columbia Británica quien se especializa en suicidio y lesiones autoinfligidas, para que nos ayudara a entender qué es lo que pasa en esos momentos de tensión. Klonsky explica que "el dolor abrumador, combinado con la desesperanza de que algo pueda mejorar, son los principales motivos del suicidio". Sin embargo, hay una "barrera enorme" entre los sujetos que sienten deseos de suicidarse y los que de verdad intentan suicidarse. Esa desconexión entre tener pensamientos suicidas y un intento real de suicidio explica que la policía haya tenido la posibilidad de negociar.

En situaciones como esas, advierte Klonsky, la regla número uno es hacer todo lo posible para que la persona sobreviva; en los casos citados, los tacos y la pizza fueron ese recurso clave. Pero se puede decir que hay algo más importante aquí: el aspecto social de la comida. Según él, "cuando se trata de personas que lidian con altos niveles de dolor y desesperanza, hay un factor que puede prevenir el suicido: la conectividad". La conectividad —con otras personas, con trabajos o incluso con un rol–– es un factor primordial en la decisión de vivir, y la comida nos puede ofrecer justo eso.

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Jordan Troisi, profesor de psicología de Sewanee, ha pasado mucho tiempo investigando la noción de "comida de confort" como vínculo social humano profundamente arraigado. Troisi explica por qué la comida parece tener una reacción tan poderosa en estas circunstancias.

Según la definición de Troisi, la comida de confort nunca es un plato específico; no tiene que ser dulce o salado. De hecho, la comida de confort es bastante subjetiva. Las variaciones regionales y personales juegan un papel importante en determinarla. Pero lo más importante, dice él, es que "estas comidas están asociadas a un otro cercano. Son comidas que otros sirven de manera recurrente, y usualmente están relacionadas con miembros de familia u otros eventos sociales favorables: fiestas, picnics, celebraciones nacionales o cosas así".

"Cuando nos encontramos con amigos que no veíamos hace mucho tiempo, solemos comer o almorzar juntos. Incluso cuando comemos solos, nos gusta comer en frente del televisor porque hace que nos sintamos conectados a otras personas", agrega.

La insistencia de Troisi en que la comida es fundamentalmente social ayuda a contextualizar mucho mejor las noticias recientes sobre los poderes persuasivos de los tacos y la pizza. Para muchas personas (me incluyo), esas comidas son la definición misma de comida de confort.

El valor emocional de estas comidas no es algo que se deba subestimar, sugiere Stephanie Cassin, quien ha publicado numerosos textos sobre la psicología de los desórdenes alimenticios: "Muchas personas usan comida para afrontar emociones difíciles, pues se sienten reconfortados. Si la comida ha sido asociada en el pasado con el confort, o simplemente con el estar relajado o cómodo, estos [ejemplos] ilustran esas cosas al extremo".

Aparentemente, los efectos mediadores de la comida pueden, por una parte, tener un impacto negativo en nuestras vidas cuando se manifiestan como desórdenes alimenticios, pero quizás en situaciones drásticas como estas, esos efectos pueden ser lo suficientemente fuertes como para salvar una vida. Cassin agrega: "Una de las cosas que es tan reconfortante de la comida es lo predecible que es. Siempre funciona. Si alguien está deprimido o ansioso, o simplemente quiere olvidarse de algo, la comida siempre está ahí y siempre funciona de manera confiable y rápida".

Claro, esto no quiere decir que cuando se esté lidiando con sujetos con tendencias suicidas lo único que se necesite es ofrecerles comida. La cuestión es mucho más compleja. Pero tal vez esto significa que no es tan raro el hecho de que la comida genere conexiones interpersonales importantes en personas con dolor o angustia.

Klonsky es escéptico frente a la idea de que la comida tenga un rol más amplio en la prevención de suicidios. Sin embargo, está dispuesto a creer que "puede haber una forma en la que el ofrecer comida a alguien, incluso a un extraño… te recuerde esa conexión con otros humanos".

Ahora que en muchas partes del mundo las fuerzas policiales y los sistemas médicos continúan lidiando con la salud mental, podemos decir que entre más recursos tengamos a nuestra disposición, mejor; incluso si esos recursos son pizza. Este artículo fue publicado originalmente en Munchies, nuestra plataforma dedicada a la comida.