Berlín, a 25 años de la caída del muro

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Berlín, a 25 años de la caída del muro

El 9 de noviembre de 1989, Berlín dejó de ser la isla que era con respecto al mundo entero.

Antes de aterrizar en el aeropuerto de Tegel, Berlín se abre como un abanico. Se ven las comisuras de los límites, y te dices a ti mismo que podrás recorrerla fácilmente. Hay espacios verdes por doquier que te sosiegan el corazón, así como la posibilidad cierta de que al bajar tendrás sensaciones nuevas sin importar que hayas ido nueve veces. La vista de la Torre de televisión, si es de noche iluminada, brillante, de colores rojo y azul —porque te informaste— señala que ahí está el este, pero ¿dónde está el oeste? No importa, ya lo averiguarás. Ya sea llegar de noche o de día Berlín te dará buena onda. Luego viene el orden. ¡Qué delicia recibir tus maletas a los dos minutos de bajar del avión! Tomas el autobús para Alexanderplatz, donde está esa torre y centro neurálgico de la metrópolis.

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La ciudad es planay caminar es lo primero; perderse, lo segundo. Mejor es que no gastes energía en tratar de entender una lengua que ciertamente no es imposible de aprender, pero si vas dos semanas y casi todo el mundo habla inglés, hasta el chófer del autobús, o el sepulturero del cementerio donde está enterrada Marlene Dietrich y Helmut Newton, pues no hay por qué sufrir y si no te enteras de nada o te pierdes porque las calles tienen unos nombres que parecen absurdos, pues bien, disfruta: eso es viajar. Ayuda que el servicio de transporte urbano es muy eficiente y que te lleva a todas partes, donde quieras, pero eso sí, caro y de difícil comprensión. Aún así, Berlín es una ciudad barata, mucho más que capitales europeas como Madrid o Lisboa, las ciudades consideradas "asequibles" de Europa.

Entonces lo mejor es conseguir un mapa y dejarte llevar.

La historia

Hace 25 años, específicamente el 9 de noviembre de 1989, Berlín dejó de convertirse en la isla oriental que era con respecto a la otra Alemania y al mundo entero. El muro, que dividía a la ciudad en dos partes, la occidental y la oriental, tenía un total de 160 kilómetros. Antes de su caída tuvieron que pasar cuarenta años de gobierno socialista, que lo mandó a construir para proteger a los alemanes de la "influencia fascista", eso es, todo lo que quedaba hacia el oeste. En otras palabras, todos nosotros.

No todo el mundo estuvo de acuerdo en tumbar el telón de concreto que prácticamente dividía al mundo de forma sicológica. Son pocos los que piensan que aquello era mejor, y millones los que piensan lo contrario.

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Veinticinco años después, el mundo sigue amenazado por guerras, divisiones, y políticos que no ayudan mucho a la integración de la paz. Pero Alemania, tras dos guerras y años de oscurantismo, ha salido adelante. Es un país nuevo y Berlín es también una ciudad nueva.

En Berlín no se manejan conceptos como "discriminación" o "machismo". La organización es el pilar de la cultura del país.

El clima es muy importante. Dicen los propios berlineses que el año tiene cinco buenos meses: de mayo a septiembre, en invierno es una ciudad totalmente diferente. Junio es el mejor mes para empezar a adentrarse a la cultura de la ciudad. Muchas cosas suceden todos los días y se puede elegir entre numerosas opciones. La fiesta de la música se celebra en toda Europa todos los 21 de ese mes, y marcan el inicio del verano; es un buen comienzo para vivir el rough way de la ciudad. Luego inmediatamente viene el gay parade, que es con seguridad el perfecto marco para disfrutar de las mejores fiestas que surgen bajo el manto la libertad sexual. Una de ellas, justamente el día del parade que se celebra en el tuff neighborhood de Kreuzberg (lleno de inmigrantes turcos llegados para construir la ciudad después de la segunda guerra mundial y de punks, un lugar que ha fomentado las luchas sociales en la Alemania que apenas tiene 25 añitos).

Mi amiga María, alias KAI, cantante que mezcla la canción popular alemana con el tecnopop, me introduce en este barrio y quedo alucinado con la diversidad de personajes y sus looks, que van desde el gótico, el romántico, el neo-punk y el de la loca-perdida, hasta la modosita, el moderno happy punky, el desgreñado progresista zarrapastroso con tres perros colgando y el regular (pantalones de pinzas y blazer) de toda la vida. Viven en absoluta armonía. La música impregna las calles, hay DJs por todas las esquinas que pinchan músicas harto bailables. Los bares ofrecen bebidas alcohólicas frescas y aunque casi todos están etílicamente achispados, nadie hace el más mínimo gesto de violencia ni de enfrentamiento. La conocida DJ turca Ipek toca en el escenario principal, nada ostentoso, todos podemos subir a la tarima si lo deseamos; su música mezcla ritmos turcos con techno y house. María me corrobora lo que mis sentimientos viven ese momento: "Berlín es una ciudad vibrante, somos gente con una mente muy abierta, de hecho el alcalde es homosexual, lo cual no es para nadie un asunto relevante".

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El shock

Desde luego, lo más exótico de la ciudad es el muro, esa vergonzosa pared de concreto que convirtió a Berlín en una pequeña isla y que durante tanto tiempo hizo vivir (a la parte este) en una utopía muy linda que sólo sale en los libros. Lamentablemente duró demasiado y el tiempo sólo demostró que era insostenible. Fabian Ling, pintor de 33 años reflexiona: "Yo crecí en Berlín oeste. Desde la ventana de mi habitación se podía ver el muro. He crecido con los cambios de la ciudad y la verdad es que se ha desarrollado de forma muy positiva en muchos aspectos. Berlín es una ciudad global, es muy polifacética, un mosaico de culturas, estilos y mentalidades. Estudiantes, artistas, jóvenes profesionales llegan a Berlín y la convierten en un lugar muy cosmopolita. Para las personas que vivieron en esta ciudad durante la época del muro, la ciudad sigue dividida entre este y oeste, aunque los turistas no vean esas diferencias. De todos modos creo que la reunificación de Alemania era la única decisión correcta, incluso algunas personas no son realmente conscientes de nuestros beneficios, aunque creo que todavía queda bastante trabajo por hacer. Después de todos estos años mi generación debe estar extremadamente agradecida de que tenemos todas esas opciones y sobre todo libertad. Hace 25 años, no habría tenido ninguna oportunidad de ser quien soy."

Ver el muro te hace pensar en lo sorprendente que es la paciencia del ser humano, en cuánta mierda y cuánta estupidez ha aguantado y aún aguanta. Pero algo que parecía tan infranqueable se cayó y es agradable ver que los cambios son positivos. Aunque realmente el que cambia es uno, los gobiernos pasan y dejan la estela de porquería en las conciencias de las personas que tratamos de quitarnos esos legados. Los gobiernos creen siempre tener la verdad, y no, la revolución y la verdad está dentro de cada uno de nosotros.

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Gustav Engel, de 78 años y vendedor de cámaras antiguas en el Mauerpark cree que "por supuesto Berlín ha realizado un cambio positivo profundo, con la caída del muro y después de que fuera separada y sombreada por esa pared de infelicidad. Las familias alemanas fueron separadas: castigaron a la siguiente generación germana por los errores históricos del pasado. Eso no fue bueno, para nada. Aunque el socialismo no era tan malo, había más orden y la gente tenía mejores hábitos y mejores oportunidades. Se vivía bien, sin lujos pero se podía estar tranquilo. Aunque ahora estoy igual de tranquilo, creo que la política durante cuarenta años de socialismo fue una porquería, la guerra fría era muy hipócrita de los dos lados. Occidente y Oriente nunca se pondrán de acuerdo en cuál será el mejor. Ahora hay muros ideológicos aún más fuertes que un muro físico, eso es lamentable".

Pero antes de que el muro naciera hubo una guerra monstruosa y un antecedente que marcó a Alemania para siempre: Hitler, casi nada. Obligado es un recorrido desde la puerta de Brandenburgo hasta la Siegessäule o Columna de la Victoria, el obelisco con el ángel dorado (replicado en el Ángel de Paseo de la Reforma, en la ciudad de México) que brilla así haya nubes negras ( ¿quién no recuerda la primera escena de El cielo sobre Berlín de Win Wenders en blanco y negro?) y entonces alrededor de esta columna magnífica observo algo que sin duda son impactos de bala en todos los muros que la rodean. ¿Qué es esto? Un escalofrío me recorre la columna vertebral, y entonces me traslado mentalmente a 1945, cuando los rusos asediaban la ciudad, Adolf se rendía cobardemente suicidándose junto a Eva Braun y la ciudad se liberaba. Y me pregunto, ¿liberación? Nada más terminar la guerra, los rusos expandieron sus teorías y empezó otra era negra para Alemania.

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A pesar de eso, los alemanes, aunque los creamos personas frías, son personas explosivas y alegres, sobre todo optimistas. Como por ejemplo Anja Sielaff, bailarina de danza moderna de 35 años.

"¡Creo que Berlín es una gran ciudad!, se siente demasiado bien ser mujer y artista aquí, hay mucha energía que circula en torno al arte, todos los días es algo nuevo. La ciudad es todavía asequible también para las personas que no tienen tanto dinero, por lo que es una vida muy fácil y tienes muchas posibilidades de hacer su propio trabajo y ver el trabajo de otros artistas. Y después de 25 años, sí creo que ha cambiado para mejor y también el mundo ha cambiado para mejor. Soy una optimista declarada. Creo que los muros son ideológicos y son más difíciles de derribar. Tenía diez años cuando cayó el muro. Yo estaba en casa de mi padre cuando abrió la puerta y con lágrimas en los ojos nos tomó a mi madre y a mí para ir a celebrar con otras personas en donde habían derribado una parte. Al día siguiente fui con mi pequeño martillo y ayudar a otros niños a destruirlo".

El muro, un tema que no se puede obviar. Es el elemento que todos buscamos. Una de las cosas más estúpidas que el hombre ha intentado, en vano, es limitar las expresiones del ser humano, poniendo barreras o matando. Lo intentaron con esta pared, de la que quedan pedazos pintados maravillosamente por artistas de todo el mundo, lo que desdramatiza su legado y como sólo eso: cemento gris, simple y soso. Pero no lo lograron. Inservible, idiota, macabro y ridículo. Sirve ahora verlo en pie, indultado por la historia, para recordarle al mundo que la imposición de un sistema teórico lindo y precioso en la lectura, es obsoleto en el mundo moderno. Bueno para nada.

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El clímax ( sexo, trash y arte)

Por la calle de Oranienburger (nada que ver con una hamburguesa) los restaurantes italianos, y tailandeses, los famosos tarantines de salchichas con sabores variados (la currywurst es la más solicitada), y el genuino doner kebap conviven con las prostitutas berlinesas, con sus corsets apretados hasta el paroxismo asfixiantes sus high heels imposibles y sus faldas cortas que parecen cinturones. Tienen su espacio bien marcado a lo largo de la calle: cada cuadra tiene una versión para todos los gustos, el bondage, la colegiala y la dominatrix-barbie-matrona. Berlín es una ciudad que promueve la libre sexualidad y no parece haber complejos, pero sobre todo, no hay policías que deban controlar las situaciones habituales que se generan alrededor de este sórdido mundo. Al contrario de otras ciudades donde es muy probable que el crimen encuentre caldo de cultivo al lado de esta "película". Aquí todo el mundo anda a su aire, sin temor, madres y padres con sus niños, turistas despistados, berlineses guapos cenando en terrazas agradables, y pocos, muy pocos hacen caso a las putas: no es unissue.

I´ll be back

Si no fuera por el idioma, creo que todo el mundo se iría a vivir a Berlín. La convivencia de lo mas trash con la exquisitez de la buena vida es posible. En primer lugar Alemania es un país nuevo y Berlín es también una ciudad nueva, lo que la hace aún más rica y tolerante. Es fácil sentirse libre. No existe el miedo. La gente hace lo que le gusta. Evoluciona, cambia, reacciona. Por lo barato que resultan las menudencias de la rutina de la vida occidental, es una ciudad fantástica para trabajar y ser creativo, contagiarse de la metodología geométrica gris alemana y resaltar, ser respetado. El arte es una muy buena manera de cambiar las cosas. La cultura underground se mezcla con el mainstream y no es un asunto importante. Veinticinco años después de la caída del muro su mayor logro es haber trabajado por la igualdad en todos los territorios, se interesan por los derechos de los demás y el respeto mutuo. Y una cosa que me parece relevante: no hay prácticamente ningún crimen. Parece mentira, ¿no?

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