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Cultură

La nueva muestra de Bruce LaBruce se llama Obscenity

Y a Ana Botella no le ha hecho gracia

Encuentro difícil de creer que nadie que esté ahora mismo leyendo esto no se haya topado en un momento u otro con Bruce La Bruce en conexión con alguno de la miríada de movimientos de los que ha formado parte en los últimos 20 o más años. Unos le conocerán por habérsela cascado con películas gay suyas como Hustler White, The Raspberry Reich o Otto: or, Up With Dead People. A otros, metafóricamente, se les habrá hinchado el cipote, o puede que el chumino, con el papel que desempeñó en el fanzine norteamericano J.D.'s. (Que se parecía bastante a VICE antes de que existiera VICE). Al resto de vosotros le caerá bien por cabrear a Ana Botella con los pósters que anuncian su nueva muestra en Madrid, Obscenity.

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Si pensáis que Bruce es otro de esos artistas “provocadores” que te la dan con queso y luego se ríen mirando su cuenta bancaria, tened por seguro que LaBruce está lejos de ser como uno de esos bromistas del arte del YBA (por cierto, ¿no es obsceno el apoyo de los artistas de Saatchi a la burbuja esa de los créditos con sus obras “sensacionalistas”? En los 90 se habría llamado a eso Ironía, pero supongo que así es la vida). Blab (así firma Bruce sus mails, que lo sepáis) está lejos de todas esas chorradas gracias a la integridad que pone en todo lo que hace. Aunque esa integridad solamente se manifieste en su misión de conseguir que la gente se cuestione el status quo metiéndole a la normalidad un puño por el culo.

Hola, Bruce. Acabas de volver de Cuba. ¿Qué tal por ahí?

Ví morir a un tío. Nunca había visto algo así.

Joder.

Bueno, en realidad más que verlo, lo oí. A un tipo le atropelló un coche. Fue un sonido fantasmal, las ruedas chirriando y después un golpe. Quien estuviera por ahí recogió a la víctima, la subió a un coche y la llevó al hospital.

Según creo, los servicios sociales son una de las cosas buenas que tiene el comunismo.

El servicio de salud es bueno, me parece. Y la educación universal. Pero Cuba es muy rara. No vi ni una ambulancia en todo el tiempo que estuve allí. El sistema tiene bastantes cosas buenas, pero el país está tan empobrecido que parece del tercer mundo.

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He oído que el de las libertades civiles en Cuba es un tema candente. ¿O quizá es sólo propaganda?

Bueno, sí, pero las libertades civiles están amenazadas hasta en América. Veremos qué sucede si Occupy sigue adelante. En mi trabajo me las he tenido que ver con la censura. No he podido mostrar mi trabajo en China o los países musulmanes, por ejemplo, pero incluso en Canadá, en los años 90, hubo laboratorios de revelado de película que llamaban a la policía. En los países occidentales hay más libertad, obviamente, pero aun así hay restricciones.

¿La provocación es siempre algo bueno?

Hasta los neonazis pueden provocar, así que no, no siempre. Todo depende del contexto. Para los artistas siempre es bueno explorar esas áreas que se supone que son irrepresentables, ya sea en el underground o en el mainstream. Los límites de la expresión existen. Yo lo he comprobado. Tienes que delimitar ese territorio y entonces decidir si vas a transgredirlo y cuáles serán las consecuencias.

¿Son los límites de la expresión algo inherente a tu trabajo, o están definidos por un hecho cultural? Porque, de ser éste el caso, estarían sujetos a cambios, ¿no?

Existe la ilusión de que a medida que se desarrolla la historia, las cosas son cada vez más elevadas o progresistas. A mí me parece que funciona de forma cíclica. Oscila en función de tendencias políticas o históricas. Yo he hecho el mismo tipo de trabajo a lo largo de toda mi carrera, provocador o sexualmente explícito, y a veces se corresponde más con el zeitgeist, o menos. Cuando el año pasado se prohibió LA Zombie en Australia, se correspondía con un régimen que estaba intentando imponer una prohibición a la pornografía. Incluso revisaban los laptops de la gente en los aeropuertos.

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¡Ja, ja! La locura. ¡Es como tener que explicárselo a papá!

¿Alguna vez has tenido algo en tu ordenador que no puedes explicar cómo es que lo tienes ahí?

Creo que deberíamos hablar de tu muestra en Madrid. ¿Qué clase de reacción esperas?

Sé que el gobierno ha cambiado y ahora es más de derechas. Puede sonar naïf, pero yo no diseño estas fotos para que provoquen controversias ni nada por el estilo. Esto es, en parte, porque muchos de los modelos desean participar en ellas. En mis fotos salen muchos modelos de alto nivel, y eso probablemente desactiva cualquier posible controversia.

A mí me parece que Mario y Alaska harían muy bien de familia real española. Si España se convierte alguna vez en república, votaré por que vivan en El Escorial. Probablemente hasta pagarían el alquiler. ¿Cómo surgió la colaboración?

Luizo Vega, que está coproduciendo la exposición con la galería, arregló que vinieran a la sesión fotográfica en octubre. Pero ellos ya estaban al tanto de mi trabajo. Eran, en concreto, muy fans de Hustler White. Mis películas se han proyectado en unos cuantos festivales españoles. Principalmente festivales gay, pero las dos últimas se proyectaron en Sitges.

¿Estás empezando a dirigirte a la comunidad hetero? ¿Es el siguiente paso de cara a la dominación del mundo?

Fue una decisión consciente que mis dos últimas películas fueran de zombies: quería llegar a un público más amplio. Era un modo de entrar en los festivales de cine de género y de terror. Con Otto, por ejemplo, quería llegar a todos esos jóvenes fans del terror vagamente misóginos y homófobos. La estrategia era prometerles una película de zombies y después torturarlos con una tierna historia de amor gay. Y funcionó.

¿Quizá los fans de los reality TV españoles son los siguientes?

Obscenity no trata tanto de la sexualidad como de la iconografía religiosa. También habla de lo intercambiables que son la celebridad y la idolatría religiosa. El principal símbolo de la muestra es la hostia consagrada. Para mí, el hecho de que los modelos tengan hostias sobre los ojos funciona como una metáfora de la censura.

Me estaba preguntando cómo conseguiste una jarra llena de hostias.

Esa es una buena historia. Primero compramos un montón en la misma tienda de objetos religiosos de la que sacamos todo lo demás. Se nos agotaron durante la segunda sesión de fotos, y mandamos a comprar más a un estilista gay bastante escandaloso. No se las vendieron. Al final enviamos a comprarlas a una de las chicas, con un chal en la cabeza.