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Cruz Azul baila y se rie del infierno

Acompañados por una banda de valientes, el equipo capitalino volvió a adueñarse de la Bombonera
Fotografías vía Under Armour México

Jueves, 9 de la noche. Las calles están casi vacías, oscuras, los autobuses llevan solo a un puñado de pasajeros que miran por la ventana cómo se escapa otro día entre el tedio de una ciudad que se sabe aburrida, las cortinas de los negocios se han bajado hace un buen rato. Es el centro de la ciudad de Toluca en cualquier día que no es hoy. Esta noche el futbol desafió la rutina de jueves, movió voluntades; pero fue distinto, no hubo camisas blancas ni trajes arrugados, corbatas mal atadas, ni gafetes ni portafolios. Al Dios de la mayoría de los mexicanos le deben el día de descanso que les permitió el Toluca vs Cruz Azul sin prisas y en camiseta.

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Los fieles llegan como pueden, entre fierros retorcidos, si es necesario. El primer autobús se acerca a la Bombonera, todo le suena mientras anda, es imposible ignorarlo, también porque varios hombres se han trepado en el techo y agitan banderas sin señal de temor en sus rostros. No hace calor pero el sudor escurre mientras cantan: "Señoreeees, yo soy del Rojo desde la cunaaa…". Los ajenos al juego arquean las cejas y reprueban con la cabeza la osadía de arriesgarse por futbol; pero no importa, si hace falta espacio, van colgados de las puertas y sacan medio cuerpo por las ventanas. El autobús que los lleva descamisados al estadio los llevará el lunes bien peinados y perfumados con el traje serio de la otra vida, la que paga la pasión.

Van apretujados, sus pieles se tocan entre sí, el aire circula con dificultad, el calor golpea el ánimo… viajan en taxi colectivo porque para eso alcanza y al bajar, les faltarán dos viajes en autobús antes de pisar el Nemesio Diez. Volver con la derrota a cuestas debería ser premiado, del arrepentimiento solo ellos saben.

Salir de casa es un acto de valentía. El que visita se viste de orgullo primero, abre la cartera para pagarle al ajeno por verlo sufrir, obtiene a cambio un boleto sorpresa. Lo único seguro es la incertidumbre y la recompensa a veces es solo la demostración de osadía al vestir la camiseta con orgullo en territorio rival. Todavía es más valiente el aficionado del Cruz Azul que cree a ciegas en su equipo, uno que no había ganado un solo partido de visitante desde el torneo anterior y lo vino a hacer al infierno. Algunos viajaron desde la Ciudad de México, otros tantos se declaran rebeldes de la herencia de Toluca, el lugar en donde nacieron y viven, otros intentaron esconder la camiseta debajo de la chamarra roja como estrategia de protección, pero se asomaron sus colores, miran a todas partes y se delatan desconocidos.

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A Toluca no le otorgan la grandeza, porque "son más ganadores, pero no más grandes", así afirma un hombre, ataviado de celeste de pies a cabeza, que esperó la llegada del equipo con una bandera al hombro, solo para gritarles que ahí estaba… igual que siempre. Niega que este partido sea especial porque el rival es "muy chico" como para darle importancia. La final del 2008 que los Diablos les arrebataron en penales en esa misma cancha, dicen, es cosa del pasado, pero lo recuerda y entrecierra los ojos: "Ya no duele".

"Uuuh, tú vas a cumplir 18 años y Cruz Azul va a seguir sin ser campeón", apenas tiene once y su familia ya le advirtió que este será un camino extenuante de pocas alegrías; la sonrisa no se pierde, lleva el escudo pintado en una de las mejillas y está acompañado por otros niños que más o menos se ven de su edad, todos comparten la resignación. Sobre cambiar de equipo, ni hablar.

El infierno debía quemar, el domingo de hace varias semanas era la fecha prevista, con el sol cayendo a plomo al mediodía, en una ciudad a más de 2,600 metros sobre el nivel del mar. Entonces la afición había visto el amanecer encobijada en una fila frente a la taquilla, los boletos se habían agotado, pero la cita fue pospuesta hasta esta noche, una de las más frías en días recientes. La atmósfera asfixiante no lo fue, en cambio, la lluvia helada hizo larga la espera a las puertas de la Bombonera, los pacientes se frotaron las manos, soplaron calor entre ellas y nada resultó. Esto es Toluca.

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Las visitas se agruparon detrás de la portería, abajo y a la orilla, ahí se aliaron las familias, los amigos, los tímidos y los descamisados. Con menos de 17 grados en el termómetro, no hubo mayor demostración de locura que el torso desnudo de un par de aficionados que cantaron agitando la mano derecha, acompañados por poco más de una decena de jóvenes, hombres y mujeres, que solo callaron para mojar la garganta con cerveza. Iban y venían las charolas repletas de vasos sobre la cabeza de una señora que ya hasta parecía su amiga entre las sonrisas cómplices y las peticiones ansiosas. Ellos resistieron de pie los noventa minutos, a veces abrazados y otras en el remolino de los empujones amistosos.

La valentía creció a goles. A los locos solitarios sin playera se unieron otros en reacción a la falla de un penal en contra, descubrieron los tatuajes y la piel descolorida, ondearon la playera y vaciaron los vasos en los festejos. Setenta pesos al viento. Tras el par de goles, ya no eran diez los que cantaban y saltaban extasiados por una victoria necesaria: "¿En dónde estáaaaan?, ¿en dónde estáaaaan?, ¿en dónde están esos diablitos que nos iban a ganar?"

A la presión de los 19 años sin título, Cruz Azul sumó este torneo el riesgo del descenso, no hay preocupación más grande en el futbol profesional que perder la categoría y estos tres puntos son aire para este y el siguiente torneo que iniciarán mordiéndose las uñas.

Si el infierno se suponía ardiente, la Bombonera también se suponía imponente, este torneo ha sido un dibujo. El ánimo festivo en la tribuna repleta de bufandas al inicio del juego contrasta con la exhibición en la cancha, Toluca dio vida a otro club en agonía, ya lo había hecho con Puebla y Jaguares. La afición local cantó con el ceño fruncido, sin disfrute, los movieron las ganas de contagiar a los que visten sus colores; pero el enfado no fue suficiente para callar la ovación a "Sinha", el cambio se anunció en las bocinas y dio pie al homenaje de cada semana porque, tras la prórroga de un año, se va al final del torneo. Esta vez sus piernas no alcanzaron para el rescate acostumbrado.

"Jamáaaas, jamáaaas, jamáaaaas serán campeones…", les dedicaron los de casa en venganza, pero a Cruz Azul le queda bien la Bombonera, la viejita y la remodelada, se rieron del infierno otra vez, les aguaron la celebración en el baile de la tribuna y el de la cancha con 26,500 testigos. Casi a la medianoche, los valientes visitantes se pasearon cantando por Constituyentes, todavía sin camiseta, con menos de 17 grados en el ambiente. Le ganaron al líder y nada más importó. Los otros quizás volvieron a subirse al autobús, sacaron las banderas por las ventanas como prueba de fidelidad o buscaron el asiento próximo a la ventana para acomodarse y dormir. El domingo será otro día.