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Salud Mental

Cómo es perder a un hermano por suicidio

La sociedad, rara vez, considera a las personas que pierden a un hermano o hermana por suicidio, pero los riesgos en su salud mental son enormes.
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Este artículo se publicó originalmente en VICE Australia.

Lo que más le gustaba a Sarah de Jessica era su altura. “Nadie se metía con ella porque medía 1.80”, dice. “Aunque era la menor, siempre me cuidaba. Me sentía más segura cuando estaba con ella”.

Hace cuatro años, después de una larga lucha contra las drogas, Jessica acabó con su vida. Estaba a un mes de cumplir 23.

Lo último que Sarah le dijo fue, “te odio, ojalá que te mueras”. Al igual que la mayoría de las relaciones entre hermanas, la suya a veces se ponía violenta. El dolor de su última pelea mantuvo a Sarah en cama durante meses, llena de culpas y deprimida. Su trauma empeoraba al ver a sus papás desmoronándose, su padre lloraba todas las mañanas, mientras su mamá sufría de pesadillas recurrentes.

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Todavía le cuesta trabajo regresar a casa de sus padres, donde están las pertenencias de su hermana. A veces, se imagina a su hermana muriendo, una y otra vez. “He perdido mi pasado, mi presente y mi futuro”, dice.

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La Dra. Jan-Louise Godfrey, profesora de psicología en la Universidad Swinburne y experta en pérdidas infantiles, cree que ese duelo desfavorecido –un duelo que la sociedad desconoce– puede tener repercusiones enormes en la salud mental. Este es el caso de los individuos que enfrentan el suicidio de un hermano porque mientras que a los padres se les brinda el apoyo adecuado, se sabe muy poco sobre este grupo en particular.

En general, los hermanos tienden a esconder el duelo en un intento de minimizar el trauma que sienten los padres, dice la Dra. Godfrey. Esta incapacidad o renuencia para expresarse puede dificultar el proceso del duelo, ya que el hermano abandonado “puede tener problemas para asimilar la experiencia”.

Bronwen Edwards, fundador del grupo de apoyo para suicidios Roses in the Ocean, ha experimentado este problema en carne propia: en 2008, su hermano de 43 años se quitó la vida. “Los hermanos que sobreviven no reciben apoyo”, dice Edwards. “Pasamos desapercibidos por completo. Hay algunos grupos de apoyo para el duelo, como StandBy Response, que ofrece una gran ayuda, pero no hay muchos”.


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Sin una salida o un apoyo estructurado, el hermano puede presentar síntomas del trastorno de estrés postraumático (TEPT) . Este incluye ansiedad, depresión, y desordenes alimenticios. La Dra. Godfrey dice que si bien es posible que ya haya habido predisposiciones subyacentes para estos estados mentales, su investigación demuestra que, en general, el trauma del suicidio de un hermano se correlaciona con tasas más altas.

Este fue el caso de Kerri, quien tenía 18 años cuando su hermano menor, Joseph, se quitó la vida. Ahora, a los 25, la becaria de diseño dice que ella suprimió su duelo cuidando a su padre, ya que le preocupaba que él también se quitara la vida. Al tratar de luchar contra lo que decía su padre: "Ya no puedo seguir" y "No quiero comer", Kerri reprimió sus sentimientos de pérdida, y finalmente se manifestó como un desorden alimenticio y bajo de peso, de 90 kg a 43 kg.

“Terminé en el hospital, me estaba muriendo de anorexia”, dice Kerri. “Me mantuvieron por dos semanas con maquinas, luego me trasladaron a un hogar residencial para recibir tratamiento durante dos meses”.

El comportamiento de Kerri hacia la comida no fue lo único que se salió de control; la muerte de su hermano también desordenó la estructura familiar. Básicamente, Kerri se convirtió en la cuidadora de su padre en la ausencia de su madre, quien sintió la necesidad de irse de la casa con sus amigos para afrontar su dolor. Por otro lado, su papá, “necesitaba estar solo”.

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Liz Adams, una psicóloga australiana, hace poco completó su tesis doctoral sobre el impacto del suicidio en las familias. Se inspiró en su hijo de 16 años, Peter, quién se quitó la vida en 2001. Adams entiende, mejor que nadie, cómo el vació que crea el suicidio puede afectar la dinámica de las familias. “Puedes tener al hijo que se convierte en el cuidador de los padres porque los padres pierden el rumbo y colapsan”, dice. “Asumen que el hijo es resistente”.

Por otro lado, los padres se pueden convertir en cuidadores autoritarios. Un estudio sueco de 2011 de 11 millones de personas encontró que "el comportamiento suicida se queda en las familias", lo que significa que además de aumentar las tasas de mortalidad en general, los padres son más propensos a quitarse la vida si su hijo se suicida.

Los datos también revelaron que los hermanos y hermanas tienen tres veces más probabilidades de quitarse la vida después de la pérdida de su hermano gracias a los "riesgos genéticos" –la manera en que están relacionados biológicamente– y a "factores que comparten en su entorno", como las situaciones familiares.

También pueden surgir problemas de desarrollo a largo plazo. La Dra. Godfrey enumera tres formas fundamentales en las que una persona joven puede verse afectada por la pérdida de un hermano o hermana. "La independencia, la formación de relaciones románticas y el progreso profesional".


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"Descubrimos que los adolescentes [que tuvieron un hermano que se suicidó] al parecer abandonan su hogar cuando son más grandes y empiezan a independizarse más tarde", dice. También explica que sienten la necesidad de estar cerca de sus padres. Esto puede tener un costo muy alto si los jóvenes adultos, a su vez, están menos involucrados en actividades normativas, como pasar el tiempo con sus amigos y establecer relaciones nuevas.

Para muchos, perder a un hermano por suicidio significa la pérdida parcial de su identidad. En 2007, Jolene, de 29 años, perdió a su hermano por suicidio. Si alguna vez olvido el sonido de su voz, su risa o nuestras pláticas, "me estaría perdiendo a mí misma".

Jolene dice que las combinaciones diferentes de terapia la ayudaron a pasar las partes más difíciles de la recuperación, pero además del camino convencional, ella recomienda que los hermanos que sobreviven lloren, griten y se perdonen a sí mismos.

"Encuentra una fuente de fortaleza o encuentra una distracción", dice. "No tengas miedo de estar solo cuando tus pensamientos y tu corazón te mantienen despierto. Déjalos pasar, siéntelos. Deja que te devoren… porque pasará. Duele, pero pasará".

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