FYI.

This story is over 5 years old.

Sexo

Por qué te gusta tanto cómo huele tu pareja

Analizamos el mecanismo genético que nos ayuda a evitar que nos liemos con algún pariente sin saberlo.
Foto por Bonninstudio vía Stocksy 

Los caminos de la sabia Madre Naturaleza son numerosos e inescrutables, aunque recientemente hemos empezado a comprenderlos algo mejor —como la sucesión de Fibonacci oculta en los pétalos de las flores, los complejos patrones migratorios de las aves o la perfecta simetría de un copo de nieve—. Ahora, además, los avances científicos nos han permitido entender uno de los secretos más enigmáticos de la naturaleza: ¿cómo conseguimos evitar follar por accidente con algún pariente nuestro? Pues parece que la respuesta está en nuestro olor corporal.

Publicidad

Según el doctor Claus Wedeking, de la Universidad de Berna, los humanos estamos programados genéticamente para detectar —solo por el olor corporal— a otros individuos con los que pudiéramos estar emparentados. Wedekind es experto en mecanismos de selección sexual en el ser humano y su especialidad es el estudio de una familia de genes llamada complejo mayor de histocompatibilidad (CMH).

Estos genes desempeñan un papel vital en los sistemas inmunitarios de los vertebrados y con frecuencia se analizan para determinar la idoneidad del receptor en un trasplante de órgano. Si el patrimonio genético del donante no es similar al del receptor, la probabilidad de que este rechace el órgano es mayor. En los humanos, las feromonas secretadas por el cuerpo contienen marcadores que permiten identificar el CMH de cada individuo.

Asimismo, esta familia de genes puede ayudar a definir el perfil genético de un individuo. Es muy probable que alguien cuyos genes del grupo CMH sean muy similares a los tuyos pudiera ser pariente tuyo, y viceversa.

“Leí un ensayo científico de 1976 que hablaba de cómo los genes del CMH determinaban el olor de la orina de los roedores”, recuerda Wedekind. “El estudio concluía que tanto ratones macho como hembra mostraban preferencia por individuos cuya orina oliera distinto a la suya ya que su perfil genético era también distinto”. Los autores del informe sugerían que este fenómeno podría ser un mecanismo para evitar la endogamia entre los ratones.

Publicidad

“Se trata de un mecanismo muy antiguo que evolucionó en un momento en que los humanos vivían en tribus de unos 100 miembros y la relación genética entre los individuos no siempre estaba clara”

Aquella idea se le quedó grabada en la mente a Wedekind. “Me pareció que tenía todo el sentido del mundo. Ante el problema de que nos apareemos con individuos con genotipo similar, aparece un mecanismo mediante el cual se evita automáticamente esa situación”.

Llevado por la inspiración, en 1995 decidió probar su hipótesis en humanos. ¿Puede nuestro olor corporal indicarnos qué relación genética tenemos con una persona y determinar nuestras preferencias de pareja? “Quería averiguar si el CMH es importante para evitar la endogamia”, señala.

Esta función específica de la familia de genes CMH es una reminiscencia evolutiva. “Se trata de un mecanismo muy antiguo que evolucionó en un momento en que los humanos vivían en tribus de unos 100 miembros y la relación genética entre los individuos no siempre estaba clara”.

Aunque los individuos sabían quién era su madre, no conocían necesariamente a su padre o el origen genético de toda su familia. “Podía ocurrir que las posibles parejas sexuales de un individuo de la tribu fueran medio hermanas suyas y no había forma de saberlo”, explica. El resultado era el incesto.

Hay personas en relaciones incestuosas que aseguran que no hay nada malo —desde el punto de vista ético, al menos— en el sexo consensuado con un pariente. Pero una cosa es cierta: genéticamente, el incesto es una idea terrible para procrear. El incesto aumenta drásticamente la probabilidad de que la descendencia desarrolle toda una serie de enfermedades genéticas y de que muera de forma prematura. Por eso tiene lógica que el ser humano haya desarrollado una forma de evitar esto en la medida de lo posible.

Publicidad

Para su experimento, Wedekind reclutó a 49 chicas y 44 chicos estudiantes para que participaran en un proyecto de investigación seminal que acabó por conocerse como el “estudio de la camiseta sudada”. Se dio a las mujeres camisetas que habían llevado puestas seis de los chicos participantes y se les pidió que las calificaran por su olor. La mitad de las camisetas calificadas las habían llevado chicos con un CMH similar al de las mujeres, mientras que la otra mitad la habían llevado hombres con CMH distinto.

Las mujeres que toman la píldora anticonceptiva prefieren a personas cuyo olor las relacione con sus parientes

“Las mujeres mostraron preferencia por los hombres cuyo CMH era diferente al suyo”, señalaba Wedekind en su estudio. Básicamente, estamos programados para seleccionar de forma natural a parejas sexuales con las que no compartamos rasgos genéticos y para rechazar a aquellas con las que sí haya similitudes.

Curiosamente, las mujeres que estaban tomando la píldora mostraron la reacción opuesta: preferían las camisetas de los hombres cuyo olor indicaba que podrían tener relación genética con ellas. “Como la píldora anticonceptiva imita hasta cierto punto los efectos del embarazo en el cuerpo de la mujer”, explica Wedekind, “cabe la posibilidad de que las mujeres embarazadas muestren preferencia por el olor de individuos con CMH similar porque quieren tener cerca parientes que les ayuden durante el embarazo”. Sin embargo, añade, es necesario llevar a cabo más investigación para establecer una relación definitiva.

Publicidad

El estudio de Wedekind ha sido respaldado posteriormente por toda una generación de investigadores, si bien existe cierto debate respecto a los detalles. Por ejemplo, sigue sin haber consenso respecto a si preferimos parejas sexuales que muestren alguna diferencia respecto a nosotros en su CMH o si por el contrario buscamos un CMH lo más distinto al nuestro posible. “Hace un tiempo se reveló que la estrategia tendía a la diferencia óptima, más que máxima”, me explica en su mail el profesor Charles Wysocki, de la Universidad de Pensilvania.

Sin embargo, las pruebas de que el CMH desempeña un papel muy importante en la selección de una pareja son abrumadoras: la revisión de resultados de 34 estudios científicos reveló que “en muchas poblaciones el CMH puede estar involucrado en la elección de pareja sexual” y que, al margen de los factores socioeconómicos que complican las cosas (como los hábitos de higiene modernos que enmascaran nuestro olor natural), “las poblaciones humanas muestran evidencias de que el CMH influye en la selección de pareja”.

Así que, si te encanta cómo huele tu pareja, ¡es buena señal! Aunque realmente hoy día ya no hay mucho riesgo de que te lo montes con un pariente por accidente.

“Nuestra ecología actual no encaja con la que existía cuando se desarrolló este mecanismo evolutivo. Y si te encuentras a alguien con un CMH similar al tuyo, lo más probable es que no esté emparentado contigo”, añade Wedekind. “Ese mecanismo, por tanto, ha perdido su función evolutiva, pero sigue ahí”.