Cómo el futbol alemán superó el Muro de Berlín para abrazar la integración, la diversidad y la migración
Agencia Brasil

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Cómo el futbol alemán superó el Muro de Berlín para abrazar la integración, la diversidad y la migración

Sin perder su ADN futbolístico, Alemania ha evolucionado. La unificación y la migración, así como la diversidad étnica y racial, le han dado a Alemania una frescura renovada.

Su mentalidad es objeto de análisis y sobre todo, de envidia porque le atribuyen buena parte de los éxitos deportivos. En el sentido literal, los alemanes no ganan siempre, como dice la frase que Gary Lineker pronunció al retirarse derrotado en Italia 90 y para usarse en cualquier momento desde entonces. De hecho, antes del campeonato mundial en Brasil, la selección alemana dejó el trono vacante durante cinco ediciones; pero hay que decir también que en mundiales siempre se mantiene en la pelea, en dos de esas ocasiones ganó el tercer lugar y en otra, cayó en la final.

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A ese espíritu colectivo deben la envidia declarada de aficionados, jugadores y técnicos alrededor del mundo. "Soy un admirador de la persistencia que han tenido siempre, en este caso en el futbol. Ojalá nosotros con esa insistencia podamos obtener el nivel que tienen ellos. Admiro la mentalidad alemana", dijo Diego Simeone para referirse al trabajo del Bayern Munich. Insistencia, le llama él, una "mentalidad que te hace llegar a lo más alto", dijo Shkodran Mustafi a Marca durante la pasada Eurocopa, un título que tampoco ganaron aunque alcanzaron las semifinales.

La determinación y la predisposición al triunfo no tiene origen en el título obtenido en Italia 90, pero sí es una evidencia además ligada a la historia del país. Meses antes, el 9 de noviembre, un muro de 155 kilómetros y cinco metros de altura que representaba la opresión del dominio soviético y el capitalismo estadounidense cayó entre gritos de victoria; tras casi tres décadas de división, la reunificación de Alemania inició con el derrumbe de un muro físico e ideológico que costó cientos de vidas en busca "del otro lado". Cuando la barrera de hierro y cemento cayó, todos querían ser parte de la celebración, como lo fueron en la insistencia por su libertad.

El Mundial estaba en camino, pero había cosas más importantes en qué pensar, Franz Beckenbauer, técnico de aquella selección, lo describió para el sitio de la FIFA: "Yo tenía la misión de preparar al equipo para un partido importante, pero de pronto no quedó nadie en la concentración". Seis días después, ganaron el partido contra Gales, lo necesario para calificar al Mundial de Italia todavía como Alemania Federal.

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A esa edición la califican como mediocre por los planteamientos defensivos que mataron el espectáculo. El título alemán se decidió con un gol en el partido definitivo, un penal que el árbitro mexicano señaló al minuto 85 en favor de Alemania por la caída de Rudi Voeller, la polémica que lo ha perseguido siempre y que a estas fechas lo obliga a dar explicaciones. Dejaron el destino en los pies de Andreas Brehme y lo hizo. Atrás quedaron las dolorosas derrotas en España 82 y México 86, Alemania cobró venganza de nuevo con Diego Maradona al frente, esta vez inofensivo en comparación con el nivel del trío alemán Matthäus-Klinsmann-Völler. No eran favoritos, sus posibilidades estaban detrás del "catenaccio" italiano, Brasil y Holanda, el acérrimo rival de la época, y consiguieron el título para la gente.

El conflicto los tocó, la negociación por la libertad tomó muchos años y nadie sospechaba que ocurriría entonces, esa región se sacudió con fuerza pero no mató sus deseos de triunfo. Beckenbauer se atrevió a asegurar la imbatibilidad del equipo alemán una vez que la unificación fuera total y llegara al futbol. La reunión comenzó ese mismo año, se esperaba a los mejores talentos y su oportunidad de refrendar la superioridad llegó con la Eurocopa del 92, a esa plantilla ganadora fueron integrados jugadores del este y oriente.

Matthias Sammer, nacido en Dresden en Alemania del Este y que fue el capitán en el último partido de la selección oriental, fue el primero del lado socialista en jugar para la Alemania unificada el 19 de diciembre de 1990, a pocos meses de la caída del muro y de la conquista alemana en Italia 90. Sin embargo, el desempeño estuvo por debajo de lo esperado. Alemania cayó en la final de aquella Eurocopa del 92 y Dinamarca venció para escribir una de las historias más sorprendentes de este deporte.

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La imbatibilidad y unificación prometida nunca ha podido ser una realidad en la organización del país y tampoco en la Bundesliga, que entonces arropó solo a un par de equipos de la región que anes había sido socialista y que por años dejó el desarrollo del futbol en manos del gobierno. Con la liga entregada a la dinámica del mercado ha sido complicado para los clubes alcanzar el nivel de la competencia. Actualmente, el Leipzig, club de reciente fundación y originario de la región que algún día perteneció a la Alemania Oriental, es el único club que compite en la primera división.

El mundial de Estados Unidos 94 no fue ejemplo de esa fortaleza y capacidad técnica atribuidas por default, cayeron contra Bulgaria, un equipo nada despreciable, pero que sí había logrado beneficiarse de la caída del régimen soviético y la circulación de sus jugadores por los mejores clubes del mundo. Hristo Stoichkov y Emil Kostadinov fueron artífices de la derrota decepcionante de los alemanes; el primero, con un golazo de tiro libre para hacer memorable la eliminación de los campeones. Fue Lechtkov quien sentenció y en tres minutos, Alemania fue exhibida.

Las derrotas han forzado sus transformaciones. La Euro de 1996 reivindicó ese carácter de lucha que los ha hecho especiales, sumado al orden táctico y la capacidad técnica. Llegaron a una nueva final justo después de una afortunada atajada en la tanda de penales ante los ingleses, anfitriones de la competencia. La República Checa de Nedved, Berger, Nemec y Poborsky había demostrado su valía como revelación al eliminar a Francia, Holanda e Italia, pero no pudieron contra los alemanes que exprimieron hasta el último minuto. Oliver Bierhoff forzó a la prórroga y al 95' marcó el primer "gol de oro" de la historia, suficiente para el título tras 16 años de sequía.

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La mentalidad triunfadora se tomó un descanso. En el mundial de Francia 98 no fue suficiente el ímpetu con el que empataron a Yugoslavia y derrotaron a México, ambos a punto del final, cuando tuvieron que luchar en desventaja desde el minuto 40 contra Croacia, debutante del Mundial. El futbol que desplegó en la primera parte de la competencia no los apuntaba en la lista de posibles campeones, pero nadie esperaba el ridículo de una goleada 3-0 de los pies de Jarni, Vlaovic y Suker. Humillación histórica que fue relatada en los periódicos al día siguiente. Francia dejó de preocuparse por ellos.

Ese fracaso y el que ocurrió en la Eurocopa del 2000, cuando no ganaron un solo partido de la competencia y fueron goleados por un equipo B de Portugal, los hizo tocar fondo y replantear la organización de su futbol. Si el exceso de extranjeros había afectado el desarrollo de los nuevos talentos y ahora tenían una selección que promediaba los 30 años, el Programa de Formación de Talentos fue la respuesta y base de los éxitos actuales. Cayeron de nuevo en un Mundial, el del 2002, Brasil los venció en la final, pero el proceso no se detuvo.

El Programa de Formación de Talentos enfocó el plan integral de estudios y desarrollo del futbol en niños de 8 a 14 años, además de la formación de técnicos y el perfeccionamiento de las visorias en cualquier rincón en donde juegue un alemán. El acuerdo debió involucrar a la Bundesliga y las divisiones inferiores, el objetivo es mantenerlos en sus clubes.

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El sufrimiento no terminó ahí y era muy pronto para recibir el impacto de las transformaciones en la selección mayor. La Eurocopa del 2004 fue humillante, Alemania se quedó en la primera fase sin una victoria y solo con Letonia por debajo en su grupo.

Fue durante la gestión de Jürgen Klinsmann que jugadores como Lukas Podolski y Bastian Schweinsteiger comenzaron a sumar en el equipo, beneficiados también por la multiculturalidad del país, pero ni siquiera su Mundial, el del 2006, significó el regreso a la gloria, aunque sí trazó el camino con la incorporación de un nuevo proyecto físico y mental para incrementar la velocidad. El tercer lugar le costó el trabajo a Klinsmann, pero de cierta forma su proyecto tuvo continuidad pues se quedó en su lugar quien entonces era su asistente, Joachim Low, como encargado de guiar a las futuras generaciones a la renovación del título mundial que sabemos llegó en tierras brasileñas.

"Mi técnica y sensibilidad con el balón son la parte turca de mi juego. La disciplina, actitud y el darlo siempre todo son la parte alemana", reconoció Mesut Özil, uno de los talentos surgidos del ambicioso Plan de Formación. El talento no nacido en Alemania fue dotado con el ADN de sus habitantes, el resultado vendría más tarde. Previo al Mundial del 2010, que tampoco pudieron hacer suyo al caer en semifinales, Neuer, Boateng, Hummels, Sami Khedira, Howedes y Özil levantaron la copa europea con el conjunto Sub 21. Algunos se unieron al primer equipo para Sudáfrica y el resto lo hizo en la Euro del 2012, en donde cerraron su participación como semifinalistas.

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Esa Alemania comenzaba a ser la cara de la integración étnica y racial que vivía el país. La que disputó el mundial de Sudáfrica 2010 tenía una fuerta carga de diversidad. Once de los 23 jugadores alemanes tenían tenían sus raíces en la migración.

"Por supuesto que he notado que es algo nuevo tener jugadores seleccionados alemanes con raíces de Turquía, Ghana, Nigeria o Túnez, pero para nuestra generación era muy normal", diría Sami Khedira, de padre tunecino. "He venido jugando con estos futbolistas de las selecciones sub 15. Tenemos algunos jugadores llamados Khedira y otros llamados Muller. No conocemos otra cosa".

La integración étnica, política y racial alemana no solo era una declaración de principios, sino también una personalidad sobre el campo. Sami Khedira no solo era el rostro de la integración, sino también el prototipo del nuevo futbolista alemán. Khedira era un motor, un jugador de área a área, técnicamente bien dotado, completo, generoso y con la disposición tan alemana de ir más allá de los límites si el partido se va a tiempos extras. Khedira era el hombre perfecto para una selección alemana que mezclaba la posesión de balón del Bayern Munich con el juego de alta presión que había sido la característica del Stuttgart.

Los nuevos futbolistas alemanes llegaban con nuevas características pero siempre para adaptarlas al ADN que ha distinguido a Alemania. Unidad, una pelea permanente y no acusar cuando un compañero comete un error.

Joachim Low creció en la selección al tiempo que se desarrollaba un proyecto que entendió tan bien como para explicarlo sin muchas vueltas un año y medio antes de levantar la Copa del Mundo: "Para nuestro joven equipo es importante que la curva de aprendizaje siga creciendo pese a que el desarrollo de los últimos pocos años ha sido impresionante y no puede seguir a este nivel". No huyó de la responsabilidad en las derrotas que dolieron en el camino, la experiencia fue escarmiento: "Fue como cuando un niño se quema la mano con el fuego en la cocina".

Alemania, el país con más técnicos en el mundo, alcanzó el objetivo ansiado en Brasil 2014 y fueron los anfitriones quienes pagaron las humillaciones que alejaron a los alemanes de la cima durante tanto tiempo. Los jugadores que ya sabían del esfuerzo de levantar un título y aprendieron de la mentalidad ganadora que Low ansiaba imprimir poco antes fueron campeones indiscutibles de la última edición del Mundial.

Ahora, en la Copa Confederaciones, una vez que varios de sus referentes han dicho adiós, a la selección del futuro le han apodado "el equipo B", quizás para minimizarlos, pero ahí están Joshua Kimmich para trabajar en el lugar de Philipp Lahm, Emre Can, en la zona que dejó vacante Bastian Schweinsteiger, Julian Draxler, en el sitio de Lukas Podolski y del ausente Mario Götze, Andre Ter Stegen, Leroy Sané, Jonas Hector; bajo las órdenes de Low, un conocedor del doloroso pasado y el prometedor desarrollo de los talentos. Hay mucho más que envidiar detrás de la construcción de una mentalidad ganadora, el proyecto.