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Noisey

De lechuga mustia al rey del swag: la transformación de Bruno Mars

Con dos singles, Mars ha demostrado su potencial como uno de los performers masculinos más destacados de esta década.
Lauren O'Neill
London, GB
Bruno Mars en una imagen de su videoclip para "24 magic".

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¿Habéis leído El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde? Seguramente sí. Si no, al menos deberíais conocer su argumento: el bueno del doctor Jekyll pasa por lo general desapercibido, pero en ocasiones se convierte en un malvado personaje conocido como el señor Hyde. Básicamente, la historia es una meditación sobre la pluralidad de los seres humanos y cómo puede cambiar nuestro comportamiento dependiendo de las circunstancias. Pero lo que ninguno de vuestros profesores os dirá es que también es una #metáfora perfecta del artista que domina las listas de éxitos, Bruno Mars.

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Puede que no sea *perfecto*, pero está cerca. Jekyll Bruno es el joven asquerosamente majo que nos trajo "Grenade". Lloriquea sobre lo mucho que "quiere" a su novia "tal y como es", aunque a veces ella se queje de que tiene el culo gordo. No le culpamos, pero ¿hace música que te pone tan caliente que te dan ganas de restregarte contra un muro después de haber tomado un ron con cola? Eso no lo hace, pero Hyde Bruno sí.

Hyde Bruno es todo lo que no es Jekyll Bruno: chulito, cool y sencillo, el hijo de puta de poco más de metro sesenta con la tez más suave del planeta. Es este personaje el que toma las riendas en el nuevo single de Mars, "24K Magic", un tema de pop bombástico tan perfecto que si hubiera llegado al mundo en forma de bebé, habría salido del útero sin dejar rastro. Ese lado de Bruno Mars nos gusta. Es carismático y brillante; te invitaría a un daiquiri de cereza y te llamaría 'nena', y te haría derretir de amor.

Pero, ¿cómo consigue un tipo con una reputación de ser más suave que los pétalos de rosa transformarse en el galán swag de las cadenas de oro que vemos en el videoclip de "24K Magic"? ¿Había estado siempre ahí escondido? La respuesta, obviamente, es que sí. Al igual que el señor Hyde real, el lado más cachondo de Bruno llevaba años acechando por debajo de la superficie, como si fuera una enfermedad que te hace escribir en secreto las mejores líneas de bajo. La poderosa fuerza en la que se ha convertido Bruno Mars en 2016 ha estado ahí siempre. Corazón que no ve, corazón que no siente.

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Aunque solo ha publicado dos discos, Mars ha escrito y conseguido cinco números uno en el Reino Unido y diez singles que han entrado en el Top 10, además de haber escrito temas para CeeLo Green, Adele y Flo Rida, así que su talento está más que demostrado. Las canciones que definen al bueno y talentoso de Bruno Mars –"Grenade" y "Just The Way You Are"– son también omnipresentes. Pero tienen algo que no acaba de encajar. No es que sean objetivamente malas; pero parecen cumplir demasiado bien su propósito y echan un poco para atrás por querer conseguir a gritos esa amplia atención.

Cuando eres un artista que intenta dejar un importante legado, como está claro que hace todo músico, esa especie de piloto automático a la hora de componer no contribuye a tu propósito. Así que para su siguiente disco, Unorthodox Jukebox de 2012, Bruno cambió un poco de rumbo y dejó que el señor Hyde se explayara un poco más; empezó a dejar asomar el lado más funk que claramente corre por sus venas. ¿Os acordáis de su actuación durante el intermedio de la Superbowl en 2014? Ahí es cuando empezó el proceso de transición para convertirse en el tipo que consigue hechizarnos en "24K Magic". Ese momento goliatesco se me ha quedado grabado en el cerebro, pero por si os lo perdisteis aquí abajo podéis ver un vídeo.

Si miráis con atención podréis ver al hijo ilegítimo de Michael Jackson (por lo menudo que es) y James Brown (esos movimientos de caderas). Hasta que el espectáculo se ve inexplicablemente interrumpido por una aparición ligeramente terrorífica de Red Hot Chilli Peppers que parece durar doce años, la actuación es una obra maestra. Y embutida de algún modo en medio de todo eso está la capilla Sixtina de Bruno Mars, "Treasure", la balada de Unorthodox Jukebox que no podría haber dejado de escribir. Escuchar la línea de bajo de esa canción es como sentir que cualquier dios en el que creas te está pidiendo a gritos que saltes de la silla.

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Con su primer verso "Gimme your attention, baby" (Préstame atención, nena) el señor Hyde de Bruno Mars reafirma su control. Esta actuación y Unorthodox Jukebox marcaron una evolución en Bruno Mars. Ante nuestras propias narices, dejó de ser un Jekyll Bruno que lloriquea después de follar, para convertirse en un Hyde Bruno capaz de seducirte desde la otra punta de la sala sin necesidad de nada más que una sutil inclinación de cabeza y un guiño de complicidad. Fue el inicio de una nueva era, de una época mejor y más brillante.

El próximo paso fue "Uptown Funk", la primera vez que vimos a Bruno Mars completamente en la piel del señor Hyde. Es verdad que se ha acabado convirtiendo en un tema perdido en las sesiones de DJ de bodas de todo el mundo, pero también es divertido y molón, con ese toque kitsch de los 70. Lo mejor de todo es que saca lo mejor de las actuaciones de Mars en directo y por fin deja constancia de su éxito comercial y entre la crítica. Sabemos que "Uptown Funk" no es técnicamente una canción de Bruno Mars (los créditos se los lleva Mark Ronson). Pero ese detalle le permitió lanzarse de cabeza hacia un estilo que resultó dominar a la perfección sin tener que pillarse los dedos en el caso de fracasar.

De algún modo, "Uptown Funk" fue como un experimento musical. Quizás le demostró a Mars que el 'atractivo universal' no tiene por qué corresponderse siempre con canciones de amor fracasado. Quizás se dio cuenta de cuál era su verdadero propósito o quizás necesitaba un cambio. Sea cual sea la razón, fue el trampolín que le impulsó hacia el camino para convertirse en ese vocalista prodigioso y seguro de sí mismo, bailarín excepcional y experto modelo de gafas de sol que conocemos hoy.

A finales de este mes, Mars lanzará su tercer disco de estudio, 24K Magic. Si las tres canciones que nos ha presentado hasta la fecha (la que da título al disco, pero también "Chunky" y "Versace on the Floor") sirven de señal, podemos estar seguros de que va a continuar permaneciendo alejado de sus primeros trabajos, que solo pueden describirse como emocionalmente equivalentes a una semana de lechuga mustia. Saliendo de la zona de confort de Jekyll para convertirse de lleno en el señor Hyde, Bruno Mars ha dado en el clavo.

Sin duda, Bruno Mars siempre nos ha dado una sensación de credibilidad. Como cantante, compositor, coreógrafo y productor ha ganado cuatro Grammys y recibido otras 16 nominaciones. Ha escrito algunas de las canciones que mejor se han vendido desde el 2010. Su nombre es tan omnipresente como Tinder y es acogido con igual nivel de entusiasmo como decepción. Pero tampoco ha conseguido cruzar nunca al terreno de reconocimiento que hace poco han visitado artistas como Justin Bieber o Carly Rae Jepsen.

A todos los efectos, era un personaje que se presentaba como todo lo contrario de cool, como uno de esos miembros del grupo de la facultad que se presenta en una fiesta con la chaqueta de la universidad. Sin embargo, puede que ahora nos estemos zambullendo en la época dorada de Mars, con medallas y todo. Quizás esté a punto de hacer su transformación bieberiana y convertirse en un artista que puede a la vez sonar entre Kanye West y Tinashe en una sesión de DJ y servir de banda sonora para un flashmob en una boda. Puede que el 2016 sea por fin el año en el que Bruno Mars reciba su recompensa