El domingo, a primera hora de la tarde, salió del hotel, se dirigió a la única parada de taxis de la ciudad y pidió que lo llevaran a una playa tranquila en la que pudiera darse un baño. El taxista llevó a aquel viajero de habla serena a Rosses Point, una península famosa por sus asombrosas vistas y que se hallaba a unos 15 minutos en coche desde donde estaban. Cuando llegaron, Bergmann bajó del coche, contempló la vasta inmensidad azul y se mostró satisfecho con la elección. Sin embargo, en lugar de quedarse, volvió a subir al taxi y pidió que lo llevara de vuelta a Sligo, donde se dispuso a pasar otra tarde en solitario.Poco después de las 13:00 del lunes, 15 de junio, Peter Bergmann se marchó del hotel y depositó la llave en recepción. Dejó una de sus bolsas y lo que parecía ser un nuevo maletín negro. Se encaminó a la estación de autobuses tomando una ruta más larga y sinuosa; en un momento dado, se detuvo frente a la puerta de un centro comercial y esperó, como si en cualquier instante fuera a darse la vuelta y regresar. Pero reanudó la marcha hacia la estación y, una vez allí, extrajo unos trozos de papel del bolsillo, escribió algo en ellos, los hizo pedazos y los tiró a una papelera cercana. El bus hacia Rosses Point partió a las 14:20.
"Estaba claro que no intentaba ocultarse. Todos los testigos recuerdan una figura afable y con ropa formal que saludaba a quien se cruzaba por su camino"
Lidiamos con los muertos de muchas formas distintas. Algunas son muy sencillas: se recogen los cadáveres, se identifican y se les da descanso sin generar demasiado alboroto. Son difuntos conocidos, con seres queridos que lloran su partida. Las muertes de otros, sin embargo, son más complejas, y llegar a entenderlas requiere que se ahonde en ellas.Pronto quedó patente que había algo extraño en torno a la muerte de Peter Bergmann. La ausencia de documentación y de pertenencias, unida al hecho de que todas sus prendas tenían las etiquetas cortadas con tijeras, levantó muchas sospechas. La policía comprobó su domicilio en Austria y descubrió que correspondía a un solar vacío; mientras tanto, las pesquisas no revelaban ningún Peter Bergmann que coincidiera con la descripción de aquel hombre. Nunca se llegaron a rastrear las cartas que supuestamente envió desde Sligo."Pronto quedó patente que había algo extraño en torno a la muerte de Peter Bergmann. La ausencia de documentación y de pertenencias, unida al hecho de que todas sus prendas tenían las etiquetas cortadas con tijeras, levantó muchas sospechas"
Ray cree que la decisión de ir a Sligo no fue casual. “Parece que lo hizo con un propósito”, me dijo. “Todo lo que hizo parecía tener un propósito: el hecho de cortar las etiquetas de la ropa y el resto de cosas. La pregunta que nos tenemos que hacer es: ¿por qué Sligo? Si lo que quieres es morir en un paraje pintoresco, la costa occidental de Irlanda está plagada de ellos, o incluso Escocia. Algo tuvo que atraerlo aquí, aunque nunca hemos averiguado qué fue”.Pese a los callejones sin salida y las falsas pistas, Ray recuerda la cantidad de horas que dedicaron a buscar respuestas. No escatimaron esfuerzos para resolver el caso. Habían organizado búsquedas y seguido indicios, por muy disparatados que pudieran parecer. Tienen muestras de ADN de Bergmann, su ropa y sus restos mortales. El asunto es ahora un juego de la espera que podría prolongarse ad aeternum. “Yo lo comparo con un ordenador que ha pasado al ‘modo suspensión’”, dice. “Cada vez que aparece nueva información o un testimonio creíble, movemos el ratón y el ordenador vuelve a estar operativo”."Una cosa eran las personas desaparecidas, pero aquello era algo muy distinto, casi sobrenatural"
Juntos repasamos lo que sabíamos del caso. Estaban la ropa con las etiquetas cortadas y la habitación del Sligo City Hotel. Estaban las imágenes granuladas de las cámaras de vigilancia que muestran a ese hombre sentenciado yendo de un sitio a otro, afanándose en los que serían sus últimos recados, cuya verdadera naturaleza solo podemos intentar adivinar. Están el documental y la obra, y las teorías y especulaciones de internet que transforman el entramado de detalles precisos en un intrincado tapiz conspiranoico. Y por último, están aquellas personas que quedaron atrás, quienesquiera que sean.Cuando se denuncia una desaparición, lo habitual es ver a los miembros de su familia y a las personas de su entorno expresando su preocupación por el suceso. Se imprimen carteles hechos por ellos mismos, se organizan campañas de búsqueda y se coordinan las tareas. Y mucho después de que se hayan agotado los recursos policiales y el interés mediático, habrá alguien que siga padeciendo el dolor por la pérdida.Pero en el caso de Peter Bergmann, no hay seres queridos conocidos, solo personas que, por interés profesional, ejercen presión para obtener respuestas. El recuerdo arraigado y el dolor se ven remplazados aquí por vagas reminiscencias de encuentros fortuitos. El taxista que recuerda a aquel pasajero educado y de voz suave. Los bañistas de la playa, que ignoraban estar presenciando las últimas horas de el misterioso hombre. Algunos opinan que la investigación inicial se abandonó demasiado pronto. Que alguien, en alguna parte, debe de recordar su verdadera identidad o poseer la clave para desvelarla. Pese a que persiste cierto interés ⎯en especial desde la emisión de un podcast del Irish Times en el que se retomaba el caso⎯, Ray Mulderring me aseguró que no han vuelto a recibir informaciones convincentes."Todo lo que nos ha dejado está impregnado de tristeza"
Peter Bergmann, el hombre que se transformó en un fantasma, desafía todas nuestras expectativas sobre los casos de desaparición. Las posibilidades varían, desde las desapariciones diarias a los casos que acaban elevándose a mitos. Desaparecen personas a todas horas, por toda clase de razones. Pueden haber sido secuestradas y heridas, sin duda. Pueden haberse perdido para siempre tras decidir dejar atrás su vida.En Sligo, todos los casos no resueltos tienen la misma prioridad, y siempre hay varias investigaciones en curso de forma simultánea, tal como apunta Ray: “Los casos a largo plazo como el de Peter son exactamente iguales que cualquier otro. Ahora tenemos cuatro o cinco casos abiertos, entre ellos uno de 2011 de una mujer que estamos tratando como un asesinato. Vamos, indagamos, observamos, pero en algunos casos nunca encontramos a la persona”"Desafía todas nuestras expectativas sobre los casos de desaparición"
Cuanto más pensaba en el hombre que se hizo llamar Peter Bergmann, más dudas empezaron a surgirme respecto a los motivos de mis propias pesquisas. El hombre intentó ocultar su identidad con gran denuedo para que nunca lo descubrieran. Las pruebas forenses sobre las circunstancias de su muerte señalaban a un hombre que no quería ser recordado por las razones que fuera.¿Acaso tenía yo, o cualquier otro, derecho a ignorar esa declaración de intenciones por simple curiosidad? Y ¿qué era lo que esperaba encontrar? Al igual que Tosh, me preguntaba qué sentido tenía el cierre del caso de Peter Bergmann. ¿Nuestras ansias de saber prevalecen sobre su derecho a ser olvidado? Hay muchas respuestas, cada una de ellas con una verdad parcial e insatisfactoria. Pero Peter Bergmann no es el único; su historia me trajo a la memoria otro caso del siglo XXI que llamó la atención de la comunidad internauta y desconcertó a la policía.En septiembre de 2001, un hombre de 25 años se registró en un motel en un pueblo de la zona rural de Washington bajo el pseudónimo de Lyle Stevik. Varios días después, fue hallado su cadáver y se determinó que se había suicidado. Había dejado una nota y algo de cambio, pero se había tomado muchísimas molestias para ocultar su verdadera identidad. Pasaron los años y los indicios se fueron enfriando, pero un tenaz grupo de personas seguía revolviendo en su memoria, intentando descifrar el rompecabezas de una triste historia."El hombre intentó ocultar su identidad con gran denuedo para que nunca lo descubrieran. Las pruebas forenses sobre las circunstancias de su muerte señalaban a un hombre que no quería ser recordado por las razones que fuera"
En 2018 se produjo un hallazgo. Un examen de ADN permitió a la policía localizar a la familia del hombre, que había perdido el contacto con él muchos años antes de su muerte. Creían que seguía vivo y que simplemente había querido cortar la relación con ellos y empezar una nueva vida. La familia pidió que se respetara su privacidad y así se hizo.Durante mis últimas horas en Sligo, hice lo que me había propuesto hacer en Rosses Point. Declinaba la tarde de aquel sábado. Un cielo plomizo lo cubría todo y caía una fina llovizna. Me quedé allí unos minutos, observando la blancura del agua fundirse con el océano Atlántico y dejando que mis pensamientos navegaran a la deriva. Supongo que estaba intentando sentir lo que sintió el hombre que se hacía llamar Peter Bergmann cuando estuvo allí hace muchos años, resuelto a cumplir con su propósito. No pude evitar sentirme culpable, un intruso en el lugar tan cuidadosamente escogido por Peter Bergmann para pasar sus últimos instantes. En un estado de confusión, cogí un puñado de arena y dejé que se escapara por entre los dedos mientras arriba el sol empezaba a asomar por entre el espeso manto de nubes.@ffranciscodgfEste articulo se publicó originalmente en VICE UK."¿Nuestras ansias de saber prevalecen sobre su derecho a ser olvidado? Hay muchas respuestas, cada una de ellas con una verdad parcial e insatisfactoria"