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Cultură

Intenté cuidar un Tamagotchi a mis 26 años y aún no estoy listo para ser padre

Lupe, a pesar de mis esfuerzos, falleció tres días después de llegar a este mundo.
Fotografías por @sinmuchasfotos

Artículo publicado por VICE México.

Hace unos días la compañía creadora de Tamagotchi relanzó una edición conmemorativa celebrando 20 años de su primera edición, aquella con la que muchos millennials crecimos y esperamos, bajo árboles de navidad y cumpleaños noventeros, la pesada responsabilidad de cuidar una mascota virtual. Al enterarme de la noticia, surgió la idea de hacer un pequeño minuto-a-minuto que retratara cómo es cuidar una de estas mascotas en pleno 2018, donde las redes sociales, tus seguidores, internet y los dispositivos móviles parecieran el Tamagotchi perpetuo de nuestra generación.

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Tristemente —porque si me agüitó—, Lupe, como llamé a mi mascota virtual, falleció a los tres días de haber nacido. En vida tamagotchi fueron tres años y 30 libras, un periodo tan corto que me dejó confundido y con la certeza de que aún estoy muy lejos de poder ejecutar las complejas tareas de ser un padre.

Se dice fácil ponerle atención a uno de estos aparatos. Sólo no hay que descuidar su edad, alimentación, felicidad y disciplina, cada una de ellas, indispensable para el desarrollo integral de nuestra pequeña bestia oriental.


Peso y edad

Según leí en varios blogs, el tiempo de vida promedio de esta nueva edición es de 14 días, lo cual quiere decir que Lupe falleció tres veces antes de lo esperado, aunque hubo ediciones previas que llegaron a durar hasta 99 años.

Una pregunta que alguien hizo hace 8 años sobre la relación peso-edad.

Comida

Cada Tamagotchi tiene cinco corazones que indican qué tanta hambre tiene, yo personalmente le daba una comida balanceada a Lupe que incluía cuatro panes y dos botanas, algunas veces menos de cada uno. En ocasiones Lupe se negó a comer pan y tuve que hacer uso de la herramienta “disciplina” para que terminara de comer.

Disciplina

Esta barra mide qué tan obediente es tu mascota. La disciplina se traduce en menos sonidos innecesarios, comer saludablemente, dejarse inyectar cuando se enferma y fortalecer una relación arcaica de subordinación y dependencia.

Felicidad

Esta barra subía cuando Lupe comía chatarra o jugábamos un juego incluido en el dispositivo, una suerte de futbol sintetizado en la que Lupe era un portero y se enojaba cuando no ganaba.


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BITÁCORA

La llegada de Lupe.


Día 1

- Lo esperé varios días y finalmente llegó.

- Dejé que Lupe naciera.

Lupe en el huevo.

Lupe después de nacer.

- Una vez en la Tierra le di pan y una botana.

- No recordaba lo castroso que es el sonido que producían para pedir algo o simplemente quejarse.

- Falleció a la hora y media por primera vez.

Lupe sufriendo una enfermedad.

- Mentira, sólo se enfermó y le di una inyección.

- Busqué un tutorial y le quité el sonido, debido a lo molesto que era.

- Creció de tamaño.

Lupe un poco más grande.

- Me acompañó a comer.

Lupe en el puesto de tlacoyos

- Mi vida cambió desde que le quité el sonido.

- Subió la felicidad después de jugar un poco.

Lupe durmiendo mientras yo como gomitas.


Día 2

- Ha estado menos chillón.

- Ahora tiene 2 años y pesa 20 onzas.

- Hoy salió por primera vez a la calle.

Lupe en el trayecto a un centro comercial.

Lupe acompañándome por mis gafas.

- Jugamos porque no estaba tan feliz.

Lupe y su caca.

- Comienza a disciplinarse, la barra se acerca a la mitad.

- Se enfermó camino a una exposición.

Lupe pernoctando en la galería.

- Fui a un bar con mis amistades y Lupe.


Día 3

- Creció un año.

- Fuimos por chocolates para celebrar.

Lupe en la tienda de dulces.

- Está más renuente que de costumbre.

Lupe acompañándome mientras tomo café.

- Le volví a quitar el sonido para terminar un texto importante.

- Lupe, inesperadamente, falleció a los 3 años, cerca del mediodía, en la colonia Roma de la CDMX, debido a que lo descuidé por realizar un texto.

Lupe sin vida.

Quizás la muerte de Lupe fue un escarmiento por sacarlo a bares y centros comerciales a tan corta edad, pero su repentina muerte fue algo que me afectó demasiado y que no creo volver a repetir muy pronto. Por ahora no tengo tiempo ni paciencia.

Esta pequeña experiencia me sirvió para varias cosas, además de para recordar mi infancia y revivir los momentos en que todo podía valer madre, para descubrir que la atención que requiere una pequeña criatura para desarrollarse al máximo debe de ser total, y aunque es una verdadera tontería comparar un Tamagotchi con un bebé, es un termómetro muy divertido para calcular qué tanto tiempo, paciencia e intención tienes para dedicarle a alguien.

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Personalmente, según yo, le dediqué bastante, y fue en un abrir y cerrar de ojos que Lupe decidió partir para demostrarme de forma trágica que si ni un Tamagotchi puedo cuidar por más de tres días, menos un bebé.

Gracias por tanto, Lupe.

Yo bien triste porque se murió Lupe.


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