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Lo que realmente significa el regreso de los desnudos a Playboy

Megan Murphy, fundadora y editora de ‘Feminist Current’, explora el cambio de opinión de la revista sobre exhibir mujeres desnudas en sus páginas.

Durante mucho tiempo, Playboy ha estado a la vanguardia del movimiento de liberación femenina… O eso es lo que cree Playboy. Hugh Hefner ha declarado ilustremente que es el pionero de nuestro movimiento, diciendo cosas como: "Yo era feminista antes de que existiera algo llamado así". ¡Qué bueno saberlo! O sea, piensen en todo el tiempo y la energía que las mujeres se hubieran ahorrado si solamente hubieran sacado la colección de porno de sus esposos, hermanos o papás del garaje en vez de exigir leyes contra el acoso sexual, en vez de fundar centros de atención para mujeres violadas o en vez de luchar contra la discriminación laboral.

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Mientras que las feministas de la segunda ola fueron lo suficientemente inteligentes como para no caer en las escabrosas afirmaciones del rey de las revistas porno —según las cuales la cosificación de la mujer fue, de hecho, su liberación—, las de la tercera ola neoliberal se tragaron enterito el discurso. "Las mujeres ahora empoderadas por todo lo que hace una mujer" fue un titular satírico de The Onion, pero parece que se hubiera vuelto el mantra de las feministas liberales de ahora. Playboy dejó de ser el foco de la rabia feminista en la medida en que el discurso se desplazó a aceptar y celebrar las "decisiones" de las mujeres, sin importar el contexto y sin importar cuáles fueran esas decisiones. En efecto, si una mujer eligió posar desnuda (y le pagaron para hacerlo, porque… ¿qué podría ser más revolucionario que la plata?) ella solamente estaba ejerciendo su "derecho". La idea de que la cosificación de las mujeres perjudicó nuestro estatus en la sociedad y operó directamente dentro de los estereotipos patriarcales sobre nuestro valor fue tirado a la basura, y Playboy finalmente consiguió convertirse justo en lo que había afirmado ser desde el principio: un credo feminista.

El sitio web "apto para el trabajo", lanzado en 2014 (en oposición al no apto, o NSFW, de antes), comenzó a publicar lo que ellos llamaban contenido "feminista". Mucho de ese contenido era escrito por hombres y mucho de eso apoyaba la asociación supuestamente libertaria de Hefner entre el cuerpo sexualizado de la mujer y una sociedad libre. Pero, aparentemente, el trabajo de Playboy ya estaba hecho. La visión de Hefner se había materializado y el porno se había vuelto tan mainstream que Playboy ya no servía para su propósito original. Al año siguiente, la revista anunció que ya no publicaría desnudos. La "batalla había sido luchada y ganada", anunció Scott Flanders, el entonces director ejecutivo de la compañía. Ya no era necesario ofrecer cuerpos pornográficos de mujeres porque ya estaban en todas partes. Reinaba la libertad.

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¿Qué pensar, entonces, del reciente cambio de opinión de Playboy? El lunes, el hijo de Hefner y director creativo de la empresa, Cooper Hefner, anunció, en un tono impecable de tercera ola feminista: "Vamos a retomar nuestra identidad y volveremos a ser lo que éramos". Retirar los desnudos fue un error, dijo. "La desnudez nunca fue el problema porque la desnudez no es un problema".

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Mientras el discurso público se funde con las palabras de moda de las feministas liberales, sin duda pretendiendo comunicar un mensaje radical de aceptación pro-sexo, es posible que lo único que esté detrás de esta retractación sea una estrategia para el resurgimiento de Playboy. La revista hizo su fortuna y construyó su audiencia a costa de mujeres desnudas, y ya era muy tarde para cambiar el rumbo. Mientras que hoy, evidentemente, los hombres pueden acceder al porno de manera instantánea en estos días gracias al Internet, no hay ninguna razón para pensar que los hombres no querrían seguir viendo mujeres desnudas en sus revistas Playboy.

Claro, la revista tendría que hacer algo diferente para convencer a los hombres de preferir Playboy por encima de algo más gráfico. Lo que distingue esa publicación del tipo de pornografía que los hombres buscan en línea es que la desnudez que se retrata en Playboy se considera sofisticada. Y, créanlo o no, en la era del porno gonzo eso todavía vende. Playboy no es algo que un "buen muchacho" se vaya a avergonzar de tener en la mesa de su sala. Después de todo, hay un perfil del consejero político Van Jones en el nuevo número.

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Cooper Hefner hizo exactamente lo que necesitaba hacer para que los hombres y mujeres progresistas, jóvenes y cool de Estados Unidos celebraran su regreso a lo sexy: politizó la cosificación, conectándola con "las libertades civiles y la libertad de expresión", y volvió los desnudos algo hipster.

Los barbuditos alternativos de hoy no quieren tetas falsas ni tacones estilo porno. Esas cosas son anticuadas y vergonzosas. Los hipsters pretensiosos de hoy que van a los bares a los que voy y están en mis mismos círculos sociales quieren la cosificación empacada de manera que parezca fresca y natural —chicas despreocupadas usando tops cortitos vintage, medias de tubo y sin pantalones—. Saben que está bien que les gusten las motociclistas que muestran las tetas en Instagram, pero no esas estrellas porno súper arregladas, operadas y con demasiado maquillaje. Se ve menos desesperado y más antiestablishment. Es la cultura del bar de mala muerte gentrificado: hablas de lo machista que es Trump, del gran error que cometió el país y de cómo los demócratas la cagaron dándole la espalda a Bernie Sanders con tus parceros mientras una niña de 20 años sin brasier, en shorts rotos y con tatuajes en los muslos se recuesta sobre tu hombro.

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La portada del número de marzo/abril de 2017 de Playboy muestra a una mujer de pelo castaño, con poco maquillaje y con un aire vintage radiante. En un video publicado en Playboy.com, la chica de la portada, Elizabeth Elam, explica que una de las cosas que más la excita es "fumar hierba". Otras cosas que la excitan son las medias de tubo, Jonah Hill, los fans de Star Trek ("abraza a tu nerd interior") y los hombres feministas ("lo que más me arrecha"). Piensa que Fifty Shades Darker fue "terrible" y nunca le gustó Taylor Swift. Elam en verdad es como las chicas que van al bar de mi barrio. Y eso es exactamente lo que Playboy siempre ha vendido: a la chica de al lado, la chica común y corriente. Ella no es una supermodelo, no es perfecta y no es pretensiosa; es asequible y cercana.

Hoy, sin embargo, Cooper Hefner ha llevado esa imagen un paso más allá. Se dio cuenta de que los tipos liberales inteligentes que leen complejos artículos de política estadounidense se piensan a sí mismos como feministas a los que les gustan las chicas relajadas que preferirían comer pizza y ver Twin Peaks en vez de dar una vuelta en carro lujoso. Estas chicas son las proyecciones de las fantasías masculinas hípster de hoy: antisistema, amantes de la cultura nerd y que irían a Wrestle Mania (para darle el efecto irónico) pero no a una pelea de la UFC. La nueva mujer de las páginas centrales de Playboy odia la cultura mainstream y se siente liberada con su desnudez "natural". Es también muy flaca, muy joven y le gusta le que peguen palmadas en el culo. Es la chica de ensueño para esos hombres de 30 años que piensan que necesitan una novia feminista con la cual hablar de política, pero que no quieren sentirse desafiados de ninguna manera (¡un acertijo para la posteridad!). Les encantan las mujeres chistosas, inteligentes, decididas y jóvenes como Julia Louis-Dreyfus y Pamela Adlon, pero solo salen con chicas de 25 que posan desnudas en los bosques (con el hasthag #LiberenElPezón).

Le doy crédito al joven Hefner: lo logró. El relanzamiento de Playboy, #NakedIsNormal [#LaDesnudezEsNormal], le ofrece a los hombres progresistas una misoginia hecha a la medida de su estilo de vida.

Meghan Murphy escribe desde Vancouver, Canadá. Visita Feminist Current, su sitio web.

Este artículo fue publicado originalmente en i-D, nuestra plataforma de moda.