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Television

Activista, feminista y fashionista: mil razones para amar a La Niñera

Una mujer que usa sus atributos físicos para obtener beneficios laborales, cuya única meta en la vida es casarse, ¿no sería la antítesis de los valores feministas?​
Foto por el autor.

Navegando en Netflix hace unos días, descubrí horrorizado que una de mis series favoritas no había sobrevivido a la purga de contenidos de la plataforma: The Nanny, o como la conocemos en México, La Niñera, no estaba más.

Todos los días, después de la secundaria, llegaba corriendo a mi casa para ver un show que me volaba la cabeza: La Niñera. Eran los años 90. Me he preguntado en qué radicó el éxito de esta serie y por qué sigue tan vigente, pero sobre todo, por qué no ha provocado una oleada de críticas de los revisionistas, porque aceptémoslo, La Niñera tendría todo para ser el blanco perfecto de los guardianes de lo políticamente correcto: Fran Fine, una mujer que no tiene empacho en usar sus atributos físicos para obtener beneficios laborales, una mujer cuya única meta en la vida es casarse y tener hijos, una mujer cuyo concepto de sobresalir en la vida es tener el peinado lo más alto posible, ¿no sería la antítesis de los valores feministas?

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Para el ojo poco entrenado, La Niñera sería únicamente una versión corregida y aumentada de la Cenicienta: la chica pobre pero encantadora y bella, que sin zapatillas de cristal pero sí con atuendos ajustados y provocativos, consigue seducir a su jefe, casarse con él y ascender de posición social. De Flushing, en Queens, a una lujosa mansión ubicada a unos pasos de la Quinta Avenida y Central Park, la Señorita Fine no sería muy diferente de María Mercedes, María la del Barrio y las que se acumulen. Una anécdota sobreexplotada hasta la saciedad, sin duda. Pero, ¿es todo lo que Fran Fine y lo que el show tenían para ofrecer? Definitivamente no.

En ese momento no lo entendía, pero Fran, a pesar de sus eternas aspiraciones matrimoniales (esas más bien inoculadas por su madre), en realidad podría ser considerada una feminista en toda regla e incluso una antisistema. En una estructura de castas como la que se vive en Estados Unidos (sí, ese país que se presume como la cuna de las libertades), Fran ignoraba todos los protocolos. Ya desde el primer episodio, y recién contratada en la casa de los Sheffield, no duda en enfundarse en un estrechísimo vestido de lentejuelas rojas y colarse en una fiesta en la que por supuesto no estaba invitada.

Con una dosis de ingenua naturalidad, Fran desafiaba y subvertía la acartonada atmósfera de una casa de ricos ingleses. En ese mismo primer episodio, en el momento del desayuno, no tiene empacho alguno en bajar al comedor en bata y pantuflas. Cuando pregunta “¿dónde me siento?” y le sugieren que vaya a la cocina como la niñera anterior, ella se burla de la sugerencia y se apoltrona sin más en el comedor con la familia. Por supuesto que estaba consciente de su clase social, pero jamás se sintió inferior o poco merecedora de estar entre las personas ricas, a las que trataba como a sus iguales.

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Pero volvamos a sus atuendos. Fran Fine tenía un gusto muy peculiar para vestir que aún hoy la identifican como un verdadero icono de moda. Estridente y sin ningún respeto por lo convencional, la nana Fine desfilaba cada episodio con modelos estrambóticos y arriesgados. Por supuesto cabía la suspicacia: por mucho que se vanagloriara de ser una estupenda cazadora de ofertas (¿cómo olvidar su mantra de compradora “si no está al 50 por ciento no está rebajado”?), era más que evidente que una niñera no podría estrenar atuendo ya no digamos cada episodio, sino cada secuencia de los 100 capítulos que la serie estuvo al aire.

Tuvo que llegar el episodio 14 de la tercera temporada (ok, 15 si tomamos en cuenta el especial de Navidad animado) para saber su secreto: Fran Fine tiene un primo, Toddie, que no es nada más y nada menos que el diseñador de modas Todd Olham. “¿Cómo creen que puedo vestirme así con un salario de niñera?”, ironiza Fran, acabando así con el misterio de cómo hacía para estrenar tanto cuando ella misma afirmaba que en su trabajo “para cuando le quitaban el impuesto federal y el estatal, sólo le quedaba el amor”.

Pero no fue sino hasta hace un par de años (en abril de 2016, para ser precisos) que a Fran Fine se le hizo justicia como un verdadero role model de las tendencias del mundo de la moda. La responsable de esta reivindicación es Shanae Brown, quien a través de la cuenta de Instagram @WhatFranWore, se ha dedicado a identificar los diseñadores, años de lanzamiento y colecciones de los atuendos que Fran lucía en cada episodio. En esta cuenta que a la fecha cuenta con más de 233 mil seguidores, se da fe y testimonio de cómo esta nana vestía de diseñadores como Vivienne Westwood, Moschino, Dolce & Gabana, Escada y Ralph Lauren. Y si alguna vez has llegado a pensar que la abuela Yetta también tenía lo suyo como fashionista, no estabas delirando: en varios episodios la hoy finada actriz Ann Morgan Gilbert vistió exclusivos modelos de Versace.

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A pesar de que ponía especial atención en su imagen, a Fran no se le puede tachar de frívola, pues nunca dejó de lado sus convicciones personales. En el episodio "La huelga", perteneciente a la segunda temporada, ella se niega categóricamente a atravesar una línea de manifestantes que protestaban frente al teatro en que su patrón Maxwell Sheffield estrenaba su obra. En el episodio "No quiero tu mink", perteneciente a la segunda temporada, se declara abiertamente defensora de los derechos de los animales, renunciando a un costoso abrigo que le heredó su prima Mema, a pesar de que esto le causó un gran disgusto con su madre, Sylvia.

Y si bien parecía todo menos feminista, el personaje de Fran era la confirmación práctica de aquello por lo que muchas mujeres activistas habían luchado: una mujer integrada a la fuerza laboral, que no dejaba que nadie más que ella decidiera sobre su cuerpo y lo mostraba cuando y como le diera la gana. Se vestía no para los hombres, sino para sí misma, utilizando sus atuendos como una insignia propia y emancipadora, una declaración de su creatividad y su estilo.

Aún más: en el episodio "Ha nacido una estrella", en que interpreta a Julieta en un montaje teatral, se atreve a cuestionar al director y mofarse de uno de los clásicos de Shakespeare:

—Phillipe, tengo que preguntarte, porque no encuentro cuál es la motivación de mi personaje. ¿Por qué Julieta se suicida?

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—¡Porque sin su Romeo ella no tiene ninguna razón para vivir!

—Vaya, no me extraña que esta obra haya sido escrita por un hombre.

Estos pequeños guiños a una actitud liberal, no son gratuitos ni casuales. El personaje de Fran Fine tiene mucho de la actriz que la encarnó: Fran Drescher. Ella y su entonces esposo Peter Marc Jacobson eran productores ejecutivos de la serie, por lo que tenía una gran libertad de poner de su ingenio y su cosecha en la creación de su personaje y de los del resto que conformaban el elenco. Tanto estaba apegada Fran Drescher a su familia que sus padres en la serie se llamaban como sus padres de la vida real: Sylvia y Morty. De hecho, Brighton y Gracie eran los nombres que Fran y su esposo querían para sus hijos, hasta que éste salió del clóset después de 20 años de matrimonio.

Simpatizante del Partido Demócrata, autoconsiderada una mujer de izquierda, Anti-Trump, ambientalista, violada a punta de pistola en su juventud, sobreviviente de cáncer de útero y activista aguerrida para visibilizar esta enfermedad, Fran Drescher puso mucho de su persona para crear a Fran Fine. Tal vez por ello el personaje nunca se sintió forzado o impostado: era una magnificación, una caricatura de sí misma, una mujer que si bien era hermosa y tenía unas curvas envidiables, no por ello dejaba de ser ética, recta y amorosa con sus seres queridos. De su esponjado envidiable aprendimos que, como diría Dolly Parton, “cuanto más alto llegue tu pelo, mas cerca estarás de Dios”.

¡Larga vida a la mejor nana de la cultura pop!

@PaveloRockstar